Verso para Memorizar de mes:
Ahora
bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve Hebreos
11:1
Los estudiantes escriben en su cuaderno: 1.Titulo
de Devocional, 2. cita Biblia,3. la reflexión y 4. aplicación para su vida.
Día 1
Tarea en Familia: Escribe en tu cuaderno las peticiones o motivos de oración que hay en la familia y durante
la semana vas a invitarlos orar JUNTOS.
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos
de Dios... Amados, ahora somos hijos de Dios.
1 Juan 3:1-2
(Jesús dijo:) Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la
puerta, ora a tu Padre... y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en
público.
Mateo 6:6
La oración cristiana
En varias
religiones la oración forma parte de la vida del fiel. A veces se trata de
oraciones hechas y formuladas a un ritmo y a horas fijas, según un rito
concreto... Mediante esas oraciones repetidas se espera obtener el favor de
un Dios al que se teme, o al menos evitar su enojo. Es un dios lejano,
inflexible, del que no se espera ninguna respuesta personal. Pero, ¿cómo ora
un cristiano? Un cristiano es ante todo un hijo muy amado de Dios, por lo
tanto cuando ora se dirige a su Padre. Su manera de orar es el fruto de una
relación bien establecida, basada en el amor y la confianza, asociados al
santo respeto que le debe a Dios.
No ora a Dios
para ganar su favor, pues ya lo tiene, y para siempre (Romanos 5:2). Tampoco
debe temer su ira, pues Jesucristo la soportó en su lugar en la cruz.
Un cristiano
puede orar en todo momento y lugar, con respecto a cualquier tema y en
cualquier circunstancia, y eso sin un preámbulo particular. Nadie le dicta su
oración, esta es personal. Habla a Dios de sus preocupaciones, de sus
alegrías y sus dificultades, de sus preguntas; y le da las gracias.
¿Acaso un niño
solo puede hablar a su papá a ciertas horas y con frases aprendidas de
memoria? Si cae y se hace daño, o si de repente se ve en peligro, ¡corre
hacia su padre sin dudar y sin miedo! Le cuenta sus necesidades del momento,
y esto es muy natural.
El cristiano ora
a Dios basándose en el mismo principio de libertad filial.
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Día 2 Tomado de día a día – Espiritualidad emocionalmente sana.
1 Samuel 15:22-23 El Silencio
Saúl, el primer rey de
Israel, no sabía mucho acerca de guardar silencio o de escuchar a Dios. Al
igual que David, era un líder militar y político bien dotado y victorioso.
Sin embargo, a diferencia de David, nunca lo vemos buscando la manera de
estar con Dios. En este pasaje, el profeta Samuel lo reprende por hacer
muchos actos religiosos (por ejemplo, ofrecer holocaustos y sacrificios), sin
detenerse lo suficiente para escuchar a Dios, y menos para hacerle caso
(v.22).
Todos debemos dedicar un
tiempo a guardar silencio y contemplar; en especial, los que viven en
ciudades grandes, donde todo se mueve con tanta rapidez… Yo siempre comienzo
en silencio mi oración, porque en el silencio del corazón es donde Dios
habla. Dios es el amigo del silencio: necesitamos escucharlo, porque no es lo
que nosotros decimos, si no lo que él nos dice a nosotros y dice a través de
nosotros, lo que importa. La oración para el alma; como la sangre alimenta el
cuerpo, así es la oración para el alma, y nos acerca más a Dios. También nos
da un corazón más limpio y puro.
Un corazón limpio puede ver a Dios, puede hablar con Dios y
puede ver en los demás el amor de Dios.
Una pregunta para
meditar
¿Cómo podrías crear más
espacio en tu vida para el silencio, con el fin de poder escuchar a Dios?
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Día 3
Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana
traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.
Mateo 6:34
Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de
vosotros.
1 Pedro 5:7
Él dijo: No te desampararé, ni te dejaré.
Hebreos 13:5
Lo que más me preocupa
«Lo que más me
preocupa no es el presente, sino el futuro...». Hoy en día, a menudo los
meses o los años por venir nos preocupan mucho más que el día presente. Sin
embargo, la carga diaria sería mucho más ligera si no añadiésemos inútilmente
la de los días siguientes.
Los temas que nos
preocupan son múltiples: ¿Qué sucederá con mi hijo minusválido cuando yo no
esté más aquí? ¿Quién se ocupará de mí cuando esté viejo? ¿Cómo podré hacer
mi trabajo dentro de diez años? ¿Y si me ocurre tal o cual catástrofe?... Es
muy comprensible que estos sean temas de preocupación.
Cada día trae su
parte de dificultades y preocupaciones, pero el Señor pide insistentemente a
los suyos echar sobre Él todas sus preocupaciones. ¿Quiere Dios que seamos
descuidados, negligentes? ¡Todo lo contrario! Es normal que pensemos en el
futuro; lo que el Señor nos pide es que no estemos preocupados, y tiene
muchas razones para hacerlo, pues su regreso para llevar consigo a los
creyentes puede tener lugar de un momento a otro. Esto significa que
estaremos con él en el cielo, libres de todas las preocupaciones.
Es cierto, no
sabemos qué sucederá mañana, pero sabemos que el Señor nos ama, que dirige
nuestro futuro terrenal con miras a nuestro bien. ¡Los cuidados que nos dio
en el pasado son una garantía para el futuro! Vivamos, pues, cada día con el
Señor, apoyándonos en sus promesas llenas de amor.
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Día 4
Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al
Señor.
Hebreos 12:14
Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu,
perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
2 Corintios 7:1
Siga la santidad
Un agricultor
labra su campo, lo siembra, lo fertiliza y lo cultiva, pero sabe muy bien que
el resultado depende de las fuerzas naturales sobre las cuales no tiene
ningún poder. Es el primero en reconocer que no puede hacer germinar la
semilla, ni hacer que llueva o que el sol brille para tener una mejor
cosecha. Para que su trabajo sea fructífero es necesario que Dios actúe. Sin
embargo, si el agricultor descuida sus responsabilidades, no tiene ninguna
razón para esperar una buena cosecha.
Amigos creyentes,
del mismo modo, el resultado de nuestras luchas: “resistir” y “estar firmes”
(Efesios 6:11, 18) no depende solo de Dios, sino también de nosotros. Dios
nos ha dado una nueva vida que halla su gozo en la santidad, la pureza, la
verdad y el amor. Él quiere darnos la victoria, pero nosotros tenemos la
responsabilidad de vestirnos con “toda la armadura” que él pone a nuestra
disposición. Esta armadura está compuesta especialmente por la Palabra de
Dios, con la cual debemos alimentar nuestra alma, y la oración, que nos
permite “hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).
Nos gusta hablar
de la victoria que Cristo obtuvo sobre el pecado en la cruz del Calvario, y
del Espíritu Santo que nos permite ser victoriosos en nuestros combates, pero
a veces olvidamos nuestra responsabilidad de vivir en santidad.
La voluntad de
Dios es que vivamos alejándonos del mal. ¡Y esta lucha durará toda la vida!
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Día 5
El que cree en el Hijo tiene vida eterna.
Juan 3:36
Ellos le dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo.
Hechos 16:31
Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu
corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
Romanos 10:9
Las certezas de la fe
¡Cuán claros y
simples son los testimonios expresados por los versículos del encabezamiento!
¿Por qué tantas personas rechazan la autoridad de la Palabra de Dios,
oponiendo vanos razonamientos y apoyándose en sus propios sentimientos?
Dicen: «Mis sentimientos no me llevan a creer», o: «No soy suficiente fiel,
no amo bastante a Jesús, soy demasiado pecador». Nuestros sentimientos y
razonamientos, por más honorables o juiciosos que nos parezcan, nunca tendrán
el valor de los testimonios de la Escritura. Con ellos nunca tendremos paz.
“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de
Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna...” (1 Juan 5:13). Estas
palabras deben disipar todo temor en el espíritu del creyente.
Creer en el
Nombre del Hijo de Dios no es solo creer en la existencia de Dios, en la
venida de Jesús a la tierra y en la perfección de su conducta. Es más que
esto. Es, después de haber reconocido mi condición de pecador culpable ante
Dios, creer en la grandeza del Hijo de Dios, en el valor del sacrificio
expiatorio de Jesús, en su resurrección, su ascensión al cielo y su próximo
retorno.
Es creer todo lo
que la Biblia me enseña, y apropiarme esta declaración del apóstol Pablo: “El
Hijo de Dios... me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
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Día 6
Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.
1 Juan 1:5
La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
1 Juan 1:7
Luz en las tinieblas
Ya era muy tarde
en la noche cuando un hombre fue a visitar al predicador, a quien había
escuchado el día anterior. Ahora estaba ante aquel que, horas antes, mediante
su mensaje, había tocado lo más profundo de su corazón.
–Usted dijo que
la gracia es inagotable en cuanto a su poder para perdonar. No sé cómo
reaccionan los demás, pero yo no logro comprenderlo. Desde anoche me veo tal
como soy en realidad... ¡Es insoportable!
–Tiene razón,
nadie puede soportar la luz de Dios que penetra en un corazón, a menos que
esté acompañada de su gracia perdonadora, le respondió el predicador. Solo la
gracia divina es suficiente para todas las situaciones y para todos los
hombres. Incluso si sus manos estuviesen manchadas de sangre, la compasión de
Dios y su perdón estarían a su disposición.
La Biblia dice:
“Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán
emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca
lana” (Isaías 1:18). “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a
nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros
pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de
toda maldad” (1 Juan 1:8-9).
Después de horas
de lucha y combates interiores, el hombre confesó a Dios toda la negrura de
su vida. Entonces el sol de la gracia divina brilló en él y halló la paz.
“En él (Jesús)
estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece,
y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1:4-5).
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