Año del favor de Dios
Verso para Memorizar:
Me regocijaré en favorecerlos, y con todo mi corazón y con
toda mi alma los plantaré firmemente en esta tierra. Jeremias 32:41
DIA 1
Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu,
perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
2 Corintios 7:1
La pureza
necesaria
La falta de
higiene a menudo contribuye al desarrollo de enfermedades. Del mismo modo,
una buena salud espiritual necesita una «higiene» regular. El Señor Jesús
explicó a Pedro que si no le lavaba los pies no podía tener comunión con él
(Juan 13:8). Los pies limpios nos hablan de la pureza moral de nuestra
conducta, dondequiera que vayamos. Las «impurezas» estropean nuestra comunión
con el Señor y nos impiden servirle de forma útil.
Insistimos para
que nuestros hijos se laven las manos antes de comer. Del mismo modo, no
soportemos tener el corazón o la conciencia sucios; así mantendremos una
buena relación con el Señor, sobre todo cuando nos reunimos en torno a él
para recordar su muerte en el culto dominical. ¿Pasaremos más tiempo cuidando
nuestra apariencia física que preparándonos espiritualmente? ¿Para quién
estamos allí reunidos? “El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero
el Señor mira el corazón” (1 Samuel 16:7).
Cuanto más tiempo
el mal esté en nosotros, tanto más difícil será deshacernos de él. En el
aspecto físico empleamos el agua para lavarnos. En el espiritual, la Palabra
de Dios nos purifica. Jesucristo ama a su Iglesia y la purifica “en el
lavamiento del agua por la palabra” (Efesios 5:26).
Leyendo la Biblia
cada día podremos ser purificados de “toda contaminación de carne y de
espíritu”, visible o invisible, presente en nuestros pensamientos o acciones.
“Desechando toda
inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra
implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (Santiago 1:21).
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DIA 2
Me regocijaré en favorecerlos, y con todo mi corazón y
con toda mi alma los plantaré firmemente en esta tierra. Jeremias 32:41
Tarea en Familia: Compartir este
devocional en casa, escribir en el cuaderno la definición de la palabra
gracia.
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DIA 3 Respondió el Señor a Job... ¿... Guiarás a la Osa Mayor con sus hijos?
¿Supiste tú las ordenanzas de los cielos?
Job 38:1, 32-33
Respondió Job al Señor... De oídas te había oído; mas ahora mis ojos
te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza.
Job 42:1, 5-6
Un recuerdo muy
lejano
Toda la familia
se había convertido a Jesús, pero Marc, el hijo mayor, se resistía. Su
familia oraba por él, mas los años fueron pasando sin ningún cambio...
Marc llegó a ser
un músico famoso muy solicitado. Una noche, cuando regresaba de una velada,
en la periferia del bosque, alzó los ojos. Entonces quedó extasiado por la
belleza de un cielo estrellado. Siempre le había gustado la naturaleza...
Ante la grandeza de aquel espectáculo, de repente se dio cuenta de su
pequeñez, de que no era nada. Pensó en los malos tratos que había dado a su
madre, se echó a llorar y oró: «Señor, tu eres un Dios grande, y yo soy un
desgraciado. Esto tiene que cambiar, Señor». Entonces, en la solitaria noche,
Marc tocó en su trompeta y luego cantó un himno favorito de su madre.
De repente
escuchó un ruido. Cerca de él había un hombre sollozando, con una cuerda en
la mano, y le dijo: «Iba a acabar con mi vida, cuando usted se puso a cantar
un cántico que mi madre me cantaba cuando era pequeño. Soy un hombre
desesperado». Entonces Marc invitó al hombre a seguirlo, y fueron juntos a la
casa paterna. Eran las tres de la mañana cuando Marc llamó a la puerta. Los
jóvenes entraron en la habitación, donde los padres de Marc estaban orando
por su hijo. Los cuatro se pusieron de rodillas, Marc y su compañero
aceptaron a Jesús como Salvador. Padres cristianos, ¡no nos desesperemos! “La
oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16).
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DIA 4
Respondió el Señor a Job... ¿... Guiarás a la Osa Mayor con sus hijos?
¿Supiste tú las ordenanzas de los cielos?
Job 38:1, 32-33
Respondió Job al Señor... De oídas te había oído; mas ahora mis ojos
te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza.
Job 42:1, 5-6
Un recuerdo muy
lejano
Toda la fami Habéis oído de la paciencia de Job,
y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y
compasivo.
Santiago 5:11
Job, un hombre
perfecto y recto
El libro de Job
evoca la evolución de los pensamientos de un creyente a través de
sufrimientos muy variados y excepcionales. Job era un hombre “perfecto y
recto, temeroso de Dios”, es decir, tenía un respeto profundo y lleno de
confianza en Dios. Job estaba apartado del mal, hacía bien a los que sufrían
y a los pobres. Aparentemente no había razón alguna para que estuviese
sometido a sufrimientos tan intensos. Sin embargo, en un momento de su vida,
todo tambaleó: perdió sus bienes, sus hijos y su salud.
Job aceptó todo
esto, pero tuvo que soportar los argumentos desestabilizadores de sus tres
amigos, quienes en principio habían ido a él para manifestarle su simpatía.
Durante varios días intentaron convencerle de que si él, siendo creyente,
pasaba por una prueba tan dura, era porque había hecho algo malo. Lo vemos
confrontado a sus insinuaciones, a sus reproches. Defenderse, tener que
resistir cada día a sus razonamientos y acusaciones era una prueba más grande
que su terrible enfermedad.
Incluso la mujer
de Job le dijo: “¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete. Y él
le dijo:... ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?
En todo esto no pecó Job con sus labios” (Job 2:9-10). Job nunca abandonó a
Dios. Le expuso abiertamente sus interrogantes, sus quejas, lo que lo hería y
le parecía injusto. Durante el doloroso desarrollo de la prueba, Dios estuvo
prosiguiendo su objetivo: el bien de Job. Dios, a quien ahora conocemos como
Padre, también está presente cuando sufrimos, y quiere revelarse a nosotros
como se reveló a Job, quien al final exclamó: “Ahora mis ojos te ven” (Job
42:5).
lia se había
convertido a Jesús, pero Marc, el hijo mayor, se resistía. Su familia oraba
por él, mas los años fueron pasando sin ningún cambio...
Marc llegó a ser
un músico famoso muy solicitado. Una noche, cuando regresaba de una velada,
en la periferia del bosque, alzó los ojos. Entonces quedó extasiado por la
belleza de un cielo estrellado. Siempre le había gustado la naturaleza...
Ante la grandeza de aquel espectáculo, de repente se dio cuenta de su
pequeñez, de que no era nada. Pensó en los malos tratos que había dado a su
madre, se echó a llorar y oró: «Señor, tu eres un Dios grande, y yo soy un
desgraciado. Esto tiene que cambiar, Señor». Entonces, en la solitaria noche,
Marc tocó en su trompeta y luego cantó un himno favorito de su madre.
De repente
escuchó un ruido. Cerca de él había un hombre sollozando, con una cuerda en
la mano, y le dijo: «Iba a acabar con mi vida, cuando usted se puso a cantar
un cántico que mi madre me cantaba cuando era pequeño. Soy un hombre
desesperado». Entonces Marc invitó al hombre a seguirlo, y fueron juntos a la
casa paterna. Eran las tres de la mañana cuando Marc llamó a la puerta. Los
jóvenes entraron en la habitación, donde los padres de Marc estaban orando
por su hijo. Los cuatro se pusieron de rodillas, Marc y su compañero
aceptaron a Jesús como Salvador. Padres cristianos, ¡no nos desesperemos! “La
oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16).
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DIA
5
Hijos, obedeced a vuestros padres... porque esto agrada al Señor.
Colosenses 3:20
Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo.
Efesios 6:1
Hijos, obedeced a
vuestros padres
Tú que lees el
título de este pequeño texto quizá levantes los hombros, diciendo: «Sí, sí,
ya sabemos...». Sin embargo, es una orden de Dios quien añade: “porque esto
agrada al Señor”, “porque esto es justo”, es decir, es la voluntad de Dios
que sea así. Si Jesucristo es tu Salvador, esta es una manera sencilla de
agradarle. Pero hay una condición: que las peticiones de los padres no sean
opuestas a las enseñanzas de la Biblia.
Hay varias
maneras de obedecer, por ejemplo, estás leyendo un libro y justo en el
momento más emocionante tus padres te llaman a comer. ¿Dejarás el libro e
irás inmediatamente, o más bien dirás: «Sí, ya voy», pero continúas
tranquilamente tu lectura hasta que tus padres se enojen y vayas de mala gana?
¡Está claro que esta no es la obediencia que agrada al Señor!
Observemos en la
Biblia el ejemplo de un adolescente de 17 años: José (Génesis 37). Su padre
le pidió que fuese a ver cómo estaban sus hermanos, a pesar de que no lo
amaban. José no solo obedeció sin protestar, sino que al no encontrar a sus
hermanos en el lugar donde deberían estar, insistió en buscarlos hasta
encontrarlos, siguiendo las indicaciones de un hombre (v. 12-20).
Esta obediencia
tuvo como consecuencia que pasara por momentos difíciles, pero varias veces
la Palabra afirma: “El Señor estaba con José” (Génesis 39:2-3, 23). Y,
después de muchos años de prueba, Dios lo bendijo mucho más de lo que podía
haber imaginado: se convirtió en el hombre más importante de Egipto después
del Faraón.
Tomados de la Buena Semilla.
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