Año del favor de Dios
Verso para Memorizar:
Me regocijaré en favorecerlos, y con todo mi corazón y con
toda mi alma los plantaré firmemente en esta tierra. Jeremias 32:41
DIA 1
Cantar en una cueva
“Pronto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está dispuesto; cantaré, y trovaré (o compondré) salmos” (Salmo 57:7). Cualquiera pensaría que para el autor de este salmo todo iba perfectamente bien, que no tenía preocupaciones y sí muchas razones para rebosar de gozo.
Sin embargo, David escribió estas palabras mientras huía del rey Saúl, quien quería matarlo (ver la introducción a este Salmo 57). Tuvo que esconderse en una cueva. Un poco antes leemos: “Mi vida está entre leones; estoy echado entre hijos de hombres que vomitan llamas” (v. 4). Entonces, ¿cómo podía cantar en semejante situación?
Confiaba plenamente en que Dios lo protegía, por eso pudo decir: “En ti ha confiado mi alma, y en la sombra de tus alas me ampararé” (v. 1). David, escondido en una oscura cueva, se sentía seguro en las manos de Dios, y podía componer y cantar salmos de alabanza.
¿Usted también está en una “cueva”? ¿Está aterrorizado por las bombas o asediado por la persecución? ¿Está ansioso porque no conoce el resultado del examen médico, inquieto pensando en la posible pérdida de su trabajo o en el futuro de sus hijos? ¿Está triste porque perdió a un ser querido?
Independientemente de cual sea su “cueva”, Jesús quiere estar a su lado, tranquilizarlo, consolarlo e incluso llenarlo de gozo a pesar del sufrimiento. “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo” (Salmo 23:4).
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DIA 2
Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque
tú estarás conmigo. Salmo 23:4
El Señor está
conmigo
Cuando David
escribió el Salmo 23, vivía en comunión con Dios. Agradecido, declaró: “Tú
estarás conmigo”, aunque tenga que caminar “en valle de sombra de muerte”.
En su juventud
David pasó por momentos muy difíciles. El rey Saúl, su suegro, quería matarlo
porque temía que David subiese al trono en lugar de su hijo Jonatán. ¡Pero
Dios velaba sobre David! Mientras huía de Saúl y de sus tropas, escribió
numerosos salmos, en los cuales expresa su confianza en Dios. Estos poemas
fortalecen nuestra fe aún hoy.
Dios también dijo
al profeta Jeremías: “Yo estoy contigo” (Jeremías 30:11). Lo ayudó durante
toda su vida. Lo liberó de situaciones terribles, sobre todo cuando hombres
influyentes quisieron matarlo porque había anunciado, de parte de Dios, la
toma de Jerusalén.
Dios animó a
Jeremías: “Y te pondré en este pueblo por muro fortificado de bronce, y
pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo para
guardarte y para defenderte” (Jeremías 15:20).
Jeremías sabía
que no podía contar con los hombres, por eso se apoyó solo en Dios y
experimentó su ayuda, incluso cuando lo echaron en la cárcel injustamente por
haber sido un testigo fiel. Entonces escribió: “Mis enemigos me dieron caza
como a ave, sin haber por qué; ataron mi vida en cisterna... aguas cubrieron
mi cabeza; yo dije: Muerto soy. Invoqué tu nombre, oh Señor, desde la cárcel
profunda; oíste mi voz... Te acercaste el día que te invoqué; dijiste: No
temas” (Lamentaciones 3:52-57).
¡Dios estaba con
él! ¿Nosotros también podemos decir: “Tú estarás conmigo”?
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DIA 3 El que cree en el Hijo (de Dios) tiene vida eterna. Juan 3:36
El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios
no tiene la vida. 1 Juan 5:12
Dos ladrones
Lucas 23:32-43
El juicio de
Jesús había terminado. Pilato reconoció la inocencia de Jesús, sin embargo lo
condenó a muerte. Dos ladrones también tuvieron que sufrir la misma condena
debido a sus actos. Fueron llevados juntos al lugar del suplicio (Lucas
23:32), donde fueron crucificados, Jesús en medio. Los malhechores, en medio
de terribles sufrimientos, escucharon que Jesús perdonaba a sus verdugos y a
todos los que, cegados por el odio, lo habían conducido hasta la cruz:
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
La multitud y los
soldados lo insultaron: “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es
el Rey de Israel...”. Uno de los ladrones añadió: “Si tú eres el Cristo,
sálvate a ti mismo y a nosotros”.
En cambio, el
otro ladrón reconoció la perfección de Jesús. Su conciencia y su corazón
fueron alcanzados. Y reprendió a su compañero: “¿Ni aun temes tú a Dios...?
Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que
merecieron nuestros hechos; mas este ningún mal hizo”. Y dijo a Jesús: “Acuérdate
de mí cuando vengas en tu reino”. La respuesta de Jesús fue inmediata: “Hoy
estarás conmigo en el paraíso”. Desde entonces un abismo separó a estos dos
hombres. Uno iba a estar feliz junto a Jesús, el otro tendría que esperar el
juicio divino, pues no creyó que Jesús es el Hijo de Dios.
¿Quién es Jesús
para usted?
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DIA 4
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena
voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Romanos 12:2
Aceptar
A menudo, en mi
vida, esta sencilla palabra implica la idea de un esfuerzo ante las
adversidades, dificultades o pruebas. Ante las diferentes decisiones que debemos
tomar y frente a las obligaciones que forman parte de nuestra existencia, no
siempre es fácil admitir la necesidad de tal o cual situación, como por
ejemplo el tiempo de la vejez, cuando debemos aceptar el ineludible ocaso que
conduce a la muerte.
Para el
cristiano, aceptar es someterse a Dios. Es considerar que Dios permite o
envía las circunstancias de nuestra vida, incluso las que nos parecen
contrarias. Es reconocer en cada situación la mano del Señor, quien “bien lo
ha hecho todo” (Marcos 7:37).
Quizá muy a
menudo somos prontos para pensar que nuestros planes se arruinaron (Job
17:11), o tal vez decimos como Jacob: “Contra mí son todas estas cosas”
(Génesis 42:36). Este patriarca ignoraba que Dios preparaba un inmenso
sosiego para su corazón herido: volvería a ver a José, su hijo, a quien creía
muerto...
Nuestro consuelo
viene de la seguridad de que nuestro Padre celestial conoce y mide todos
nuestros sufrimientos y nos acompaña en medio de la prueba. “En toda angustia
de ellos él fue angustiado... en su amor y en su clemencia los redimió, y los
trajo, y los levantó” (Isaías 63:9).
Aprendamos a
aceptar de parte de Dios las situaciones dolorosas, convencidos de que a los
que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien (Romanos 8:28).
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DIA
5
Ejercítate para la piedad. 1 Timoteo 4:7
Hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo
sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros.
2 Corintios 13:11
Ejercitarse para
la piedad
Mantener y
mejorar nuestra forma física exige trabajo y perseverancia. Hay que cumplir
un programa de ejercicios, un régimen estricto, etc. Para tener una buena
salud espiritual también es necesario hacer esfuerzos. El apóstol Pablo usa
el lenguaje de los atletas y habla de ejercitarse “para la piedad”. La piedad
es vivir en comunión con Dios y respetar su voluntad. Este ejercicio es
fuente de gozo porque hace que conozcamos mejor a Jesús, el hombre piadoso
por excelencia. La perfección de su vida de obediencia estaba relacionada con
un amor continuo por su Padre. Los verdaderos motivos que animan la piedad
están ahí, y deben ser vividos imitando a Jesucristo en su vida para Dios y
su compasión por los hombres. ¡Esta es nuestra lista de ejercicios!
Ejercitarse para
la piedad también implica cierta disciplina. ¿Cómo encontrar tiempo hoy para
leer la Biblia, sacando enseñanzas para mí mismo, para mi familia y para los
que me rodean? ¿Cómo encontrar tiempo para orar?
La puesta en
práctica de la piedad se hace cada día, en los combates diarios del creyente.
Pero, para ser eficaz es necesario prepararse con anterioridad. ¿Qué
pensaríamos de un carpintero que no se preocupase por afilar sus
herramientas?
El creyente que
considera poco importante fortalecer su vida interior mediante la oración, la
lectura de la Palabra de Dios y la comunión con el Señor, olvida lo
principal. Las herramientas de nuestra vida espiritual se desafilan
rápidamente, por ello es necesario afilarlas cada día.
Tomados de la Buena Semilla.
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