Año del favor de Dios
Verso para
Memorizar:
Que el favor del Señor nuestro Dios
esté sobre nosotros.
Confirma en nosotros la obra de
nuestras manos;
sí, confirma la obra de nuestras
manos.
Salmos 90:17
DIA 1
El Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado
gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros
es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa,
después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre;
haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí.
1 Corintios 11:23-25
La Cena, memorial
de la muerte del Señor
La celebración de
la cena es el momento central del culto que rendimos a Dios. Los cristianos
tomamos el pan y la copa como recuerdo de la muerte de nuestro Salvador.
Participamos con emoción y respeto, como respuesta al deseo expresado por
Jesús la noche antes de morir.
Es designada
mediante diferentes palabras:
–La cena (1
Corintios 11:20): conmemora la última cena de Cristo con sus discípulos, “la
noche que fue entregado”.
–Dar las gracias
(1 Corintios 11:24; Mateo 26:27): subraya el aspecto de estar muy agradecidos
al Señor por sus sufrimientos y su muerte.
–La comunión (1
Corintios 10:16): hace énfasis sobre la relación de intimidad entre el
cristiano y su Señor, así como con todos los cristianos que forman su cuerpo,
la Iglesia.
–La mesa del
Señor (v. 21): como invitados por el Señor, los creyentes nos sometemos a su
autoridad para tomar juntos la cena.
–La copa de
bendición (v. 16): cuando dio a sus discípulos una copa, símbolo de su sangre
derramada para nuestra bendición, Jesús iba a dar su vida. El creyente
recuerda ante Dios el valor de esa sangre.
–El partimiento
del pan (Hechos 2:42; 20:7): el pan entero nos recuerda la unidad de la
Iglesia, cuerpo de Cristo, y el pan partido entre los creyentes recuerda que
el Señor dio su cuerpo por ellos. Los amó hasta la muerte.
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DIA 2
Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto
su pecado.
Salmo 32:1
Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados
los que no vieron, y creyeron.
Juan 20:29
El hombre feliz
«El dinero no da
la felicidad». Este viejo refrán sigue siendo cierto en nuestro siglo XXI
(21). Pero no nos dice dónde se halla la felicidad, cosa que cada uno de
nosotros desea y trata de encontrar.
¿Cómo podemos
definir la felicidad? Es un estado interior de plena satisfacción, un estado
en el que estamos en paz con nosotros mismos y en el que el futuro nos parece
abierto, lleno de esperanza. Es, pues, un estado en el que la conciencia está
tranquila y nuestro ser confiado.
La Biblia nos
dice que los primeros cristianos tenían esa felicidad: “estaban llenos de
gozo” (Hechos 13:52). Y esa felicidad, aún hoy, ilumina a los que tienen a
Jesucristo como centro de su vida porque lo aceptaron como su Salvador
personal.
Después de haber
enseñado a sus discípulos, Jesús les dijo: “Estas cosas os he hablado, para
que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (Juan 15:11). La
lectura de los evangelios nos pone en contacto directo con Aquel que vino a
la tierra para liberarnos del pecado que nos impedía ser felices. Jesús
también dijo: “Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan”
(Lucas 11:28).
Lleno de esta
promesa, el apóstol Juan escribió al final de su vida: “La hemos visto, y
testificamos, y os anunciamos la vida eterna... Estas cosas os escribimos,
para que vuestro gozo sea cumplido” (1 Juan 1:2, 4).
¡Esta felicidad
también está a su alcance!
Tarea en familia: Por Favor
compartan este devocional en familia, y escriban en sus cuaderno la razón por
que son felices..
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DIA 3 Cayendo en
tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él
dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
Hechos 9:4-5
Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados;
vuélvete a mí, porque yo te redimí.
Isaías 44:22
La conversión es
dar media vuelta
Saulo de Tarso
era un joven erudito judío. Pero no se conformó con acumular un vasto
conocimiento de los pasajes bíblicos del Antiguo Testamento, sino que era un
hombre de acción, un «militante». Para servir a Dios quería guardar pura la
religión judía, y estimaba que debía perseguir ferozmente a los cristianos.
Pero un día,
camino a Damasco, encontró a Jesús y su vida cambió totalmente. Reconoció que
había estado resistiendo a Dios. Sobre todo comprendió que ese Jesús a quien
despreciaba y contra quien luchaba era realmente el Mesías esperado por los
judíos, el Hijo de Dios resucitado. Entonces dio media vuelta. Se convirtió y
pasó a ser el apóstol Pablo. Lo que antes anhelaba dejó de tener importancia.
Y esto, escribe, “por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi
Señor” (Filipenses 3:8), a quien antes había despreciado.
En el trascurso
de los siglos, millones de hombres y mujeres se han vuelto a Jesucristo para
recibir el perdón y una vida espiritual nueva. La conversión es un
acontecimiento capital para el ser humano, aunque no siempre es tan
espectacular como la de Pablo. Se caracteriza por un cambio completo de
centros de interés y de comportamiento. El cristiano no trata de justificar
sus faltas, sino que las reconoce ante Dios y recibe su perdón. Al mismo
tiempo trata de reparar el daño que hizo a su prójimo. Una verdadera
conversión no se queda en palabras, sino que es una transformación profunda
de todo el ser. Y usted, ¿ya dio ese paso?
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DIA 4
La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
1 Juan 1:7
No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha
pagado conforme a nuestros pecados.
Salmo 103:10
Gracia o venganza
Caín y Abel
fueron los hijos de la primera pareja humana. Por envidia y odio, Caín mató a
su hermano. Entonces Dios le dijo: “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu
hermano clama a mí desde la tierra” (Génesis 4:10). El asesinato de Abel
exigía el castigo, la venganza, la retribución.
La sangre de
Jesús, el Hijo de Dios, fue derramada en la cruz. Hombres malvados
crucificaron a Jesús, sin embargo su sangre no habla de venganza, sino de
gracia. Todavía hoy podemos escuchar esa voz que da la respuesta divina al
pecado del hombre.
En la cruz Jesús,
el Hijo de Dios, se ofreció en sacrificio por los pecadores. No quería que
los hombres sufriesen la condenación que merecían, sino que fuesen
beneficiarios de su gracia. Rechazar o despreciar esta gracia significa
permanecer bajo el castigo de Dios.
¿Cómo podemos
recibir personalmente esta gracia, ese don? Reconociendo nuestro estado ante
Dios y confesándole nuestros pecados mediante una oración sincera. El Señor
Jesús dijo: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37).
Podemos confiar
plenamente en Jesucristo, quién murió en nuestro lugar y nos libró de la
condenación. La Biblia nos asegura: “La sangre de Jesucristo... nos limpia de
todo pecado” (1 Juan 1:7). “Fuisteis rescatados de vuestra vana manera de
vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles,
como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo” (1 Pedro 1:18-19).
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DIA 5
Mas yo en ti confío, oh Señor; digo: Tú eres mi Dios. En tu mano están
mis tiempos.
Salmo 31:14-15
Al que espera en el Señor, le rodea la misericordia.
Salmo 32:10
La confianza
Durante el
descanso me encontré con mis compañeros de trabajo.
–¡Buenos días a
todos!, les dije.
–¡Parece que
tienes algo que decirnos!
–Hace dos semanas
unos exámenes médicos permitieron diagnosticar un cáncer. Tuve que empezar un
tratamiento fuerte. Debo dejarlos al menos durante unos meses.
–¡Pero pareces
perfectamente sano!
–Uno de los
médicos me dijo: ¿Sabe que atrapó algo muy malo? Pienso que es una forma de
ver las cosas, pero existe otra. Dios permitió esto en mi vida. Él me ama y
quiere enseñarme algo importante que no se encuentra ni en los libros ni en
Internet.
Todos estaban
emocionados... Y agregué:
–Es cierto, es un
golpe duro, pero Dios me va a ayudar. Él es el gran Médico.
El Señor me dio
la fuerza para hablar a mis compañeros, pero luego pensé en esa conversación:
¿Soy inconsciente? ¿O fanfarrón? ¿O un anticuado que mezcla a Dios con la
medicina? No, Dios es todopoderoso y soberano. Él decide lo que quiere y nadie
puede pedirle cuentas.
En su amor dio a
Jesús, quien murió por mí en la cruz. Dios me perdonó y me hizo su hijo.
También pienso en las mil bondades del Señor que he experimentado. No sé cuál
será mi futuro, pero sé que mi Señor es fiel y me acompañará cada día, y que
también animará a mis familiares.
“Echando toda
vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro
5:7).
Tomados de la Buena Semilla.
|
amen
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