La Cita de la Cruz, la tempestad, El Corazón... Dev 3 2018

Año del favor de Dios

 Verso para Memorizar:
Está bien, haré lo que me pides —le dijo el Señor a Moisés, 
pues cuentas con mi favor y te considero mi amigo. 
Exodo 33:16



DIA 1  (La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. 1 Corintios 1:18
A este Jesús... Dios le ha hecho Señor y Cristo. Hechos 2:36

La cita de la cruz
El evangelista Spurgeon, a quien se le reprochaba por hacer predicaciones muy parecidas entre sí, respondió: «Tomo cualquier texto de la Biblia y lo llevo a la cruz». ¡Sí, es a la cruz de Cristo a donde Dios quiere llevar a todo hombre para salvarlo! Ella es el lugar imprescindible para recibir el perdón de los pecados. ¡Es la puerta de la vida eterna! Allí los hombres pasan a ser hijos de Dios y obtienen la promesa de entrar en la casa del Padre.
Cuando Jesús fue crucificado entre dos ladrones, ambos lo insultaban (Mateo 27:44). Pero uno de ellos volvió en sí y dijo al otro condenado: “¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas este ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. Jesús le respondió: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:39-43).
¿A cuál de estos ladrones nos parecemos? ¿Al que se arrepintió y fue salvo o al que rechazó el perdón y fue condenado? ¡Debemos tomar una decisión aceptando o rechazando la obra que Cristo hizo en la cruz! ¡Hoy todavía es tiempo!
Tengo que arrepentirme ante Jesucristo, reconocer mis faltas, mi condición de pecador y recibir la gracia de Dios como un regalo de su parte, regalo totalmente suficiente para estar reconciliado con él. “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados” (2 Corintios 5:19).



DIA 2  (Dios) cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas. Luego se alegran, porque se apaciguaron; y así los guía al puerto que deseaban. Salmo 107:29-30
¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Marcos 6:50

Atravesar la tempestad
“Yo soy”, dijo Jesús a sus discípulos aterrorizados por un mar embravecido (Marcos 6:45-53). Luego dirigió la pequeña barca azotada por las olas y la condujo con seguridad “al puerto que deseaban”. El Señor todopoderoso que caminó sobre las olas sigue siendo el mismo para los que depositan su confianza en él. Muchas veces se habla de azar, de mala suerte, de imprevisto, pero el creyente sabe que el Señor gobierna las circunstancias de su vida, sean agradables o difíciles. Las dificultades pueden parecer insuperables, pero el Señor está por encima de todo.
Amigo cristiano, escuche su voz en medio de la tormenta: No temas, “yo soy”. Aquel que permite al mar levantarse enfurecido, también puede calmarlo, ordenándole: “¡Calla, enmudece!” (Marcos 4:39).
El Señor le dice: «Conozco cada una de tus pruebas; ninguna de ellas está ahí para hacerte naufragar, sino para acercarte más al cielo. ¿Tienes una enfermedad grave? ¿La soledad o el duelo te hacen llorar? Yo soy tu consolador, vine al mundo y pasé por todos los sufrimientos humanos. Permanece cerca de mí, en oración, pues siempre te escucho».
¡Miremos hacia arriba y recobremos el ánimo! Demos gracias al Señor por sus fieles cuidados, mientras esperamos estar un día junto a él en el cielo. Entonces comprenderemos el verdadero sentido de nuestras pruebas y alabaremos la bondad de Aquel que, en la tierra, nos acompañó mientras pasábamos por ellas.

Tarea Familiar: Responder después de compartir este devocional en casa, ¿Por qué podemos confiar en Dios y estar tranquilos.  

DIA 3 Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios. Salmo 51:17
Solo tú conoces el corazón de todos los hijos de los hombres. 1 Reyes 8:39

La apreciación divina
Lucas 18:9-14
Para explicar la importancia de lo que sucede en nuestros corazones, Jesús toma el ejemplo de dos hombres que van a orar al templo. Uno de ellos es un personaje religioso que se cree justo, el otro es despreciado debido a la función que desempeña en la sociedad.
El primero ora así: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres”. El orgullo nos aísla de nuestros semejantes, pero ante todo nos aleja de Dios, quien aborrece “la soberbia y la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa” (Proverbios 8:13).
El segundo tiene una actitud totalmente diferente. Es consciente de sus pecados ante Dios y no se atreve a acercarse a él. Su conciencia intranquila ni siquiera le permite levantar los ojos hacia el cielo, pero sabe que Dios es un Dios de misericordia y de gracia. Ora así: “Dios, sé propicio a mí, pecador”. Refiriéndose a él, Jesús dijo: “Este descendió a su casa justificado antes que el otro”, es decir, el hombre religioso satisfecho de sí mismo. Luego el Señor añadió: “Cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”.
Dios no ha cambiado. “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6). Todo el que hoy se humilla ante Dios, le confiesa sus pecados y cree que Jesucristo murió para expiarlos, recibe su perdón por gracia.
“El Señor no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón” (1 Samuel 16:7).


DIA 4 Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Efesios 4:32
Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino. Salmo 119:105


El poder de la Palabra de Dios (1)
Liuba era una joven rusa encarcelada de por vida debido a un asesinato. Tenía sida y pensaba que su existencia carecía de sentido. Estaba tan desesperada que cuando iba a suicidarse, se le ocurrió pedir un último socorro al cielo. Ella dijo a Dios: «Si todavía me amas, después de todo lo que hice, ¡respóndeme!».
Alguien le había dado una Biblia y la joven la abrió en el libro de Mateo: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mateo 9:13). Así decía el primer pasaje que leyó y que la impactó grandemente. “Venid luego, dice el Señor, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos” (Isaías 1:18), confirmaba el segundo. El tercer pasaje hablaba del malhechor crucificado al lado de Jesús, quien dijo: “Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas este ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:41-43).
Alcanzada por la Palabra de Dios y anonadada por su amor, Liuba se convirtió al Señor aquel día. Pasó a ser una testigo de Cristo en la cárcel donde estaba. Gracias a su influencia, aquel siniestro lugar se fue transformando poco a poco: ya no se oían gritos salvajes ni había peleas entre criminales; a veces incluso las detenidas cantaban himnos.

DÍA 5 Si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial. Mateo 6:14
Amad a vuestros enemigos... y orad por los que... os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos. Mateo 5:44-45

El poder de la Palabra de Dios (2)
La fuerza del perdón
«Cuando Liuba estuvo demasiado enferma para permanecer en la cárcel, fue llevada al hospital. Pude visitarla y compartir con ella un buen momento de comunión cristiana. Leímos juntos un pasaje del Evangelio. Ella estaba muy débil.
–Sin duda alguna es el final de mi vida, me dijo.
–Si así fuere, ¿qué le gustaría decir a Dios?
–Me gustaría perdonar a mi madre quien me abandonó; a mi padre, a quien nunca conocí; a mi hermana que me robó todo y me rechazó; al hombre que maté porque quiso asesinarme después de haberme violado; a todos los hombres que me engañaron; a los que me quitaron a mi hijo...
Y la larga lista de dolor y de perdón se fue prolongando, como si fuese el testimonio de un mundo de miseria y horror... Comprendí que no era tanto la «criminal» quien necesitaba ser perdonada, pues Dios la había perdonado, sino muchas otras personas... y era ella quien tenía la fuerza para hacerlo en una hermosa manifestación de amor hacia todos los que la habían herido.
Días después unas amigas cristianas fueron a visitar a Liuba, pero el Señor Jesús ya se la había llevado al paraíso. Vieron al médico jefe, quien les dijo: Nunca había visto ningún enfermo como Liuba, ¡resplandecía de bondad!».
Pierre D.

Tomados de la Buena Semilla.

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