Devocional Julio 11 al 16, No dejar de ORAR

Verso para Memorizar de mes:

Los estudiantes escriben en su cuaderno:
Título de Devocional, Cita Bíblica, 1. La reflexión y 2. Aplicación para su vida. (Personal) TOMADOS DE LA BUENA SEMILLA
Día 1:
Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo. 1 Tesalonicenses 5:16-18
Oh Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré. Salmo 5:3
No descuidemos la oración
El célebre pianista Arthur Rubinstein, quien se ejercitaba tocando el piano varias horas cada día, según parece solía decir: «Si un día descuido mi piano, lo noto; si lo descuido dos días seguidos, mis amigos lo notarán, y si lo descuido tres días seguidos, el público lo notará».
Tal era la experiencia de este artista. Así es, solo mediante un ejercicio continuo podía conservar la habilidad y delicadeza de los dedos y mantener el alto nivel adquirido con paciencia y perseverancia.
Lo que es cierto para la música también lo es para la oración. El creyente que la descuide durante un período, incluso corto, sentirá cierta pérdida para la vida de su alma. Si la descuidamos durante un período un poco más largo, nuestros amigos notarán, en nuestro lenguaje o conducta, notas discordantes, inconsecuencias, una falta de delicadeza a la que no están acostumbrados. Por último, si descuidamos aún más tiempo la oración diaria, la oración que sale del corazón, nuestro comportamiento se alterará tanto que nuestro testimonio para el Señor se verá reducido.
Así como el músico no puede dejar de practicar asiduamente su instrumento, el cristiano no puede dejar la oración.
“Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Colosenses 4:2). Cuando el Señor nos responde, ¿le agradecemos? Los agradecimientos deberían formar la base de nuestras oraciones, e incluso de toda nuestra vida (cap. 2:7; Daniel 6:10). “Dando siempre gracias por todo” (Efesios 5:20).



Día 2.  Tarea en Familia: LOS PADRES DEBEN FIRMAR EL CUADERNO DEVOCIONAL
Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz.
Salmo 19:1-3
Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo. Juan 3:13
El cielo
En cualquier momento del día o de la noche en que lo contemplemos, un cielo sin nubes siempre nos fascina. El creyente percibe la grandeza del Creador.
En la Biblia, la palabra “cielo” evoca la morada de Dios. Cristo vino del cielo para darnos a conocer a Dios. “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18).
Jesús subió al cielo después de haber resucitado de entre los muertos. “Y el Señor... fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios” (Marcos 16:19). Allí lo vemos por la fe, coronado de gloria y de honor.
“Estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:10-11).
Del cielo vendrá al encuentro de los suyos. “El Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:16-17).

Tarea: ¿Que significa temer a Dios? Escríbelo en tu cuaderno.
Perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Efesios 4:32
Si confesamos nuestros pecados, él (Dios) es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
1 Juan 1:9
El perdón
Aquel año, en China, Surinder se convirtió al Señor Jesús. Ella sabía que esta decisión podía costarle caro. Una mañana, mientras oraba, el mensaje del Señor llegó muy claro a su corazón: «Perdona a todos los que te hirieron». Algunas heridas de su pasado eran muy profundas, pero Surinder recordó lo que Jesús había hecho por ella, cómo la había perdonado y la había llevado a él, así que obedeció.
La siguiente etapa fue más difícil: «Ahora ve y pide perdón a aquellos a quienes heriste y devuelve todo lo que has guardado y que no te pertenece». A Surinder le costó bastante esta nueva petición. Sola, en su habitación, lloró y protestó, diciendo: «Señor, ¡me pides demasiado! Confesar mis malas acciones a Dios, de acuerdo, pero ¿cómo voy a afrontar la humillación contándoselas a los demás?».
Sin embargo, cuanto más se resistía, tanto más se convencía de que eso era precisamente lo que Dios le pedía que hiciese. Para seguir a Jesús tenía que obedecer y olvidarse de sí misma. «Tengo que obedecerle y dejar de preocuparme por lo que pueda pasar. Eso es su problema, no el mío», se dijo. Y Surinder obedeció. Pidió perdón a los que había herido y devolvió lo que no le pertenecía. Para su gran sorpresa, las consecuencias no fueron tan graves como lo había temido.
Su confesión a Dios y a los demás le dio una paz profunda y un gran gozo, pues la luz de la presencia de Dios la iluminaba por completo.
Ni uno... está olvidado delante de Dios. Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos.
Lucas 12:6-7
Todos tenemos mucho valor ante Dios
A veces la vida parece totalmente absurda, aburrida. Como el niño que descubre el mundo, la pregunta ¿por qué? sale a menudo de nuestros labios, pero con cierta nota de amargura. Es más, algunas personas piensan que no sirven para nada, que son inútiles. ¡Qué drama alimentar un pensamiento así!
Querido lector, si usted piensa una cosa así, queremos que le quede claro que todo viene de Dios, que todo es de Dios y que todo vuelve a Dios. Si el más pequeño pájaro tiene su razón de ser, si tiene valor para Dios, ¡cuánto más usted! Abra su corazón, contemple la prodigiosa ingeniosidad del universo, descubra a Aquel que pensó en todo eso. Y recuerde que ese Dios lo ama. Por eso mismo quiere llevarle hacia él y mostrarle su inmensa bondad. ¡Ese gran Dios Creador lo colocó aquí, y ahora, para revelársele como el único Dios justo y salvador!
Quizás usted piense que no tiene ningún valor en sí mismo, pero él lo amó a tal punto que sacrificó a su Hijo por usted. A Dios nadie le es indiferente, ni el pobre, ni la persona anciana o depresiva, ni el prisionero, ni el que piensa que todos lo han abandonado... ¡ni siquiera usted! Y si recibió a Jesús como su Salvador, él le dio potestad de ser hecho hijo de Dios (Juan 1:12). Tal Padre, ¿no se ocupará de su hijo?
¡Vale la pena, y es primordial, que usted conozca al Padre! Así podrá exclamar: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”, y también: “Hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor” (1 Juan 3:1; 4:16).

Me he comportado y he acallado mi alma como un niño destetado de su madre.
Salmo 131:2
El Señor no desecha para siempre; antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias; porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres.
Lamentaciones 3:31-33
Como un niño destetado
Antiguamente las costumbres eran bastante radicales, y cuando una madre destetaba a su hijo era algo conmovedor. Por su bien dejaba de alimentarlo con leche materna y le daba un alimento más consistente y variado. Al principio el niño no comprendía por qué lo privaban de la leche materna, ese alimento por excelencia, por eso lloraba y gritaba... ¡La madre también sufría! Pero después, el niño recibe de su madre un alimento más apropiado para su edad.
Sucede lo mismo con el «destete espiritual». El Señor nos priva de lo acostumbrado a fin de darnos algo que esté mejor adaptado a nuestro crecimiento espiritual. Como el niño destetado, es probable que al principio no comprendamos, y que nos irritemos. Pero volvamos pronto al Señor, con el corazón contrito y lleno de confianza. Debemos aceptar el hecho de sentir la falta, el vacío de algo querido, depositando toda nuestra confianza en el Señor. Si él nos priva de algo, es para darnos algo mejor.
Esta actitud de sumisión a menudo está mezclada de tristeza, pero sabemos que pronto veremos el bien que el Señor tenía preparado para nosotros. Sin esperar más, podemos sentir el alivio de un niño destetado, en la presencia de nuestro Dios y Padre. Allí disfrutamos el reposo, la paz y el gozo, contentándonos con descansar en sus brazos. “En Dios solamente está acallada mi alma” (Salmo 62:1).
Se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él (Jesús) estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.
Marcos 4:37-39
Su almohada
Una noche, Jesús y sus discípulos atravesaban el mar de Galilea. El comienzo de la travesía fue tranquilo. “Mientras navegaban, él (Jesús) se durmió” (Lucas 8:23). Cansado, el Señor se durmió en la barca, navegando sobre ese mar que había creado. ¡Escena conmovedora que refleja perfectamente su humanidad!
Pero de repente se levantó una tempestad. Las olas eran tan grandes que el agua empezaba a inundar la barca, y los discípulos estaban alarmados. ¿Qué hizo Jesús? ¿También se alarmó? No... seguía durmiendo. El evangelio de Marcos añade este maravilloso detalle: “Y él (Jesús) estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal” (una almohada). Esta frase evoca la confianza que siempre tenía en su Padre. La Palabra de Dios subraya, mediante estas escenas de la vida de nuestro Señor en la tierra, su perfecta humanidad unida a su divinidad todopoderosa.
Los discípulos lo despertaron y le reprocharon su sueño apacible en medio de semejante tormenta. “¿No tienes cuidado que perecemos?”, le dijeron. Entonces Jesús se levantó, y con la autoridad del Dios creador, hizo callar el mar agitado para tranquilizar a sus discípulos.
Amigos creyentes, siguiendo el ejemplo de Jesús, aprendamos a confiar en Dios, y él nos dará tranquilidad en medio de nuestros miedos.


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