Año del favor de Dios
Verso del mes: Alabado sea
Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en las regiones
celestiales con toda bendición espiritual en Cristo. Efesios 1:3
DIA 1
Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni
a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará
también con él todas las cosas?
Romanos 8:31-32
Dios es por
nosotros
¿De quién habla
el apóstol Pablo cuando dice que Dios es por nosotros? ¿Quiénes son esos
“nosotros”? Basta con leer los capítulos precedentes para comprender que se
trata de aquellos que fueron justificados por la fe, es decir, que hallaron
“la paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”, que disfrutan
de su “gracia” y que pueden “gloriarse en la esperanza de la gloria de Dios”
(Romanos 5:1-2). Cristianos, nuestra situación es maravillosa: nuestro Dios,
el gran Dios Soberano, está definitiva e incondicionalmente de nuestro lado.
¿Lo creemos? ¿Lo vivimos?
Muy a menudo nos
parecemos a Jacob, quien dijo: “Contra mí son todas estas cosas” (Génesis
42:36). Sin embargo era la víspera del encuentro con José, su amado hijo,
quien había desaparecido hacía mucho tiempo.
No olvidemos que
Dios conoce y prepara los más mínimos detalles de las circunstancias de
nuestra vida y hace que todo coopere para nuestro bien (Romanos 8:28).
¡Nos pagó
demasiado caro para desinteresarse de nosotros! “No escatimó ni a su propio
Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros”. ¿Podríamos hacerle la afrenta
de dudar que nos ama y que desea nuestro bien? En Dios “no hay mudanza, ni
sombra de variación” (Santiago 1:17).
Su mirada nos
sigue (Salmo 32:8), sus brazos nos llevan (Isaías 46:4). Nada “nos podrá
separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos
8:39).
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DIA 2
DEVOCIONAL PARA
REALIZAR CON LA FAMILIA
Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso
el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella.
Mateo 7:13
¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo!
Isaías 5:20
La moral de la
mayoría
Un filósofo de
principios del siglo 20 definió la moral como «aquello que agrada a la
mayoría». Solzhenitsyn, el célebre luchador ruso por la libertad, se indignó
por una concepción de este tipo: «En estas condiciones, escribe, el mal puede
volverse bien si consigue la mayoría de los votos y el bien convertirse en
mal si es minoritario».
El descuido de la
moralidad que vivimos es una consecuencia de esta forma de ver, que deja la
puerta abierta a los peores excesos. Niega toda verdadera distinción entre el
mal y el bien y enmudece la conciencia natural.
La Palabra de
Dios no deja ninguna duda sobre lo que espera a una humanidad que rechaza
todo lo que tiene que ver con Dios. La Biblia nos dice que en los últimos
tiempos los hombres serán egoístas, orgullosos, sin afecto natural, sin
respeto a los valores morales (2 Timoteo 3:2; Judas 18). También menciona el
fuego del cielo que cayó sobre Sodoma, para anunciar el juicio que caerá
sobre los que se hacen culpables al menospreciar las instrucciones divinas
(Judas 7).
Esta pretensión
de la mayoría a dictar la moral nos recuerda que el camino que conduce al
juicio es ancho y espacioso y que muchos son los que van por él. ¿Usted
quiere seguir a esta multitud? ¡Busque más bien el camino que conduce a la
vida! Solo hay uno, es decir, Jesucristo, quien nos dice: “Yo soy la puerta;
el que por mí entrare, será salvo” (Juan 10:9). “Yo soy el camino, y la
verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
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DIA 3
Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él,
y él conmigo.
Apocalipsis 3:20
Hacer silencio
para escuchar la voz de Dios
Lectura propuesta: 1 Reyes 19
Elías, profeta
del Antiguo Testamento, huyó de la reina Jezabel, quien quería matarlo, y se
fue al monte Horeb. Allí una voz lo invitó a salir de la cueva en la que se
había refugiado y a estar en la presencia de Dios. Entonces Elías asistió a
fenómenos naturales impresionantes. Pero Dios no estaba en el viento, ni en
el terremoto, ni en el fuego. Luego Elías escuchó un silbo apacible y
delicado (1 Reyes 19:12). Mediante esta voz Dios se reveló a su siervo
desanimado.
Por lo tanto no
son los acontecimientos externos ni las circunstancias de la vida los que nos
revelan mejor a Dios, sino lo que él nos dice. No nos habla con una voz como
la nuestra, sino mediante una convicción interior nacida del impacto que
tiene la Palabra de Dios en nuestra conciencia y nuestro corazón. La
tranquilidad es imprescindible para escuchar esta voz divina. Al igual que un
niño se calla para escuchar lo que le dice su padre o su maestro, nosotros
también nos callamos para escuchar el mensaje de Dios, porque deseamos
comprender su profundidad. El silencio interior deja que la Palabra de Dios
se arraigue y lleve fruto en nuestra vida (Santiago 1:21).
Jesús no nos
obliga a escucharlo, no fuerza nuestra puerta. Pero es fundamental que
estemos atentos a su voz. “El que oye mi palabra, y cree al que me envió,
tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”
(Juan 5:24).
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DIA 4
Buscad al Señor mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está
cercano.
Isaías 55:6
¿Dónde está la
verdadera paz?
¿Está usted
decepcionado de la vida, cansado de sus fracasos? ¿Se siente desengañado?
¿Está buscando el verdadero amor? ¿En dónde podemos hallarlo si no es en la
fuente de donde emana? “Dios es amor”, dice la Biblia (1 Juan 4:8), y Él nos
lo demostró: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna” (Juan 3:16). Su amor abarca toda la humanidad y al mismo tiempo se
dirige a usted de forma personal. Dios entregó a su Hijo, a Jesucristo, por
usted. Sufrió en la cruz el juicio por sus pecados para que usted pudiese
conocer su amor. Dios hizo todo y lo dio todo para ello. ¡Solo tiene que
creerlo!
¿Usted aspira a
la verdadera paz? Está basada en Jesús, quien sufrió terriblemente en la
cruz. Responda a su voz, que lo invita diciendo: “Venid a mí todos los que
estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
Jesús desea vivir
en usted, conducir su vida. Antes de la crucifixión dijo a sus discípulos:
“La paz os dejo”. Iba a llevar sobre sí mismo todo el peso de nuestros
pecados para darnos la paz de la conciencia. Luego añadió: “Mi paz os doy”,
es decir, la paz que le dará si usted cree en él, si descansa en él. Además
agregó: “Yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni
tenga miedo” (Juan 14:27).
“Por nada estéis
afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda
oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo
entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo
Jesús” (Filipenses 4:6-7).
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DIA 5
Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son
comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.
Romanos 8:18
¿Por qué yo?
«Todos los que me
rodean tienen una buena salud y yo sufro de una enfermedad cada día más
incapacitante, sin esperanza de curación. ¿Por qué me tocó a mí y no a los
demás? ¿Qué he hecho para sufrir tanto?». A menudo surgen estas preguntas...
La vida parece injusta. Para algunos ella se desarrolla sin problemas ni
preocupaciones; en cambio para otros las dificultades se acumulan.
El patriarca Job,
que pasó por una prueba muy grande al perder todos sus bienes, sus hijos y su
salud, dijo: “¡Oh, que pesasen justamente mi queja y mi tormento, y se
alzasen igualmente en balanza! Porque pesarían ahora más que la arena del
mar; por eso mis palabras han sido precipitadas” (Job 6:1-3). Si vemos las
cosas solo desde el punto de vista de nuestra vida aquí en la tierra, todo
parece causar desánimo. Pero Dios nos ama, es sensible a nuestras angustias y
quiere que veamos más allá de las cosas visibles, “pues las cosas que se ven
son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:18). Desde
la perspectiva divina, el sufrimiento cobra otro sentido. Lo que para el
incrédulo es una injusticia, para el creyente que confía en Dios es una
prueba que se convertirá en motivo de “alabanza, gloria y honra cuando sea
manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:7). Mediante los versículos de hoy, el
apóstol Pablo anima a todos los que sufren. En medio de sus numerosas pruebas
fue sostenido por la certeza de que Dios lo amaba y por las perspectivas
eternas que reserva a los creyentes.
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