Año del favor de Dios
Verso para Memorizar:
"Dichosos los que saben aclamarte, Señor, y
caminan a la luz de tu presencia; los que todo el día se alegran en tu
nombre y se regocijan en tu justicia.
Porque tú eres su gloria y su poder;
por tu buena voluntad aumentas nuestra fuerza."
Salmos 89:15-17
Porque tú eres su gloria y su poder;
por tu buena voluntad aumentas nuestra fuerza."
Salmos 89:15-17
DIA 1
Cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia,
y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó... El padre dijo a sus
siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle.
Lucas 15:20-22
El hijo pródigo y
su hermano
Algunas parábolas (12): Lucas 15:11-32
Resumen: Un hombre
tenía dos hijos. El menor le pidió su parte de la herencia; luego se fue
lejos y malgastó todo “viviendo perdidamente”. Pronto se vio obligado a
cuidar cerdos para poder sobrevivir. ¡Ansiaba comer el alimento de los
animales, pero nadie le daba! Entonces pensó en la casa de su padre y decidió
volver...
Cuando su padre
lo vio de lejos, corrió hacia él, se echó sobre su cuello y le besó. Luego le
puso el mejor vestido y organizó una fiesta para gozarse con los suyos.
Cuando el hijo mayor regresó del trabajo, se enojó y no quiso participar en
la fiesta. Acusó a su padre de ser injusto, pero este le respondió: “Tu
hermano... se había perdido, y es hallado”.
Significado: El hijo
menor representa a toda persona que reconoce que lejos de Dios su vida es un
fracaso y vuelve a él arrepentida. Entonces Dios Padre la recibe
manifestándole su gracia. El hijo mayor es aquel que piensa que tiene una
buena moral y estima que Dios le debe algo. No conoce la gracia divina y es
ajeno a su gozo.
Aplicación: ¿Nos
identificamos con la historia del hijo menor? Después de haber vivido
egoístamente con lo que Dios nos dio, y a veces en el mal, ¿hemos vuelto a
Dios? Si nos arrepentimos, experimentaremos la bienvenida del Padre, su
gracia y su gozo; pero si no lo hacemos, seremos como el hijo mayor,
satisfechos de nosotros mismos, con el corazón cerrado y frío.
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DIA 2
Qué pide el Señor
de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia (bondad), y humillarte
ante tu Dios. Miqueas 6:8
Tres objetivos
Amigos
cristianos, Dios conoce las disposiciones interiores de cada uno de nosotros.
A través del profeta Miqueas nos indica tres maneras de orientar nuestra vida
para agradarle.
–Hacer justicia:
Significa ser recto en nuestras palabras, actitudes y relaciones con los
demás. Esta rectitud se nota rápido en un mundo impregnado de mentira e
hipocresía. Es la base de todo testimonio cristiano. Muestra uno de los
caracteres de Dios.
–Amar
misericordia: “De mañana sácianos de tu misericordia, y cantaremos y nos
alegraremos” (Salmo 90:14). Dios es la fuente de la misericordia, de la
bondad, y Jesús es su perfecta expresión. Esa bondad nos conduce a buscar el
bien de los que nos rodean y a responder a sus necesidades espirituales,
afectivas o materiales, sin dejarnos desanimar por la indiferencia o el
menosprecio.
–Humillarte ante
tu Dios (o “andar humildemente con tu Dios”): Los dos primeros puntos
conciernen a nuestras relaciones con nuestros semejantes, y este último a
nuestra actitud hacia Dios. Él es nuestro Creador, nuestro Dios Salvador. Él
es quien nos sostiene en nuestra vida cristiana. Si reconocemos que
absolutamente todo lo debemos a Dios, permanecemos humildes ante él y
contamos con su ayuda para hacer su voluntad cada día.
Solo hubo Uno que
respondió perfectamente a lo que Dios esperaba del hombre, Jesús nuestro
Señor. Dios le dijo desde el cielo: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo
complacencia” (Marcos 1:11).
¡Él desea que lo
sigamos y lo imitemos!
Tarea en familia: En
familia compartir este devocional escribir en el cuaderno devocional el
concepto de las tres cosas que pide Dios en Miqueas 6:8
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DIA 3 No os dejaré huérfanos... Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a
quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os
recordará todo lo que yo os he dicho.
Juan 14:18, 26
Edificaré mi iglesia.
Mateo 16:18
Pentecostés
Sucedió en
Jerusalén, un domingo por la mañana, el día de Pentecostés, 50 días después
de la resurrección de Jesucristo. Muchos judíos piadosos, procedentes de
diferentes naciones, se encontraron para celebrar “la fiesta de las semanas”
(Éxodo 34:22; Levítico 23:15-16). Los discípulos estaban reunidos en una
casa. Desde que Jesús fue alzado al cielo, estaban felices, alababan y
bendecían a Dios en el templo (Lucas 24:53), perseverando en la oración.
También esperaban que la promesa de Jesús se cumpliese: Os enviaré el
Espíritu Santo (Juan 16:7). Aquella mañana esa promesa se hizo realidad:
“Fueron todos llenos del Espíritu Santo” (Hechos 2:4). La Iglesia, o
Asamblea, nació.
La primera
manifestación del poder del Espíritu Santo permitió a los discípulos anunciar
“las maravillas de Dios” en las diferentes lenguas de las personas que se
habían agrupado (Hechos 2:8-11). Los auditores quedaron estupefactos: “¿Qué
quiere decir esto?”. Entonces el apóstol Pedro les recordó la crucifixión de
Cristo, su resurrección y su ascensión al cielo. Sus palabras alcanzaron el
corazón de muchas personas: “¿Qué haremos?”, preguntaron. Pedro respondió:
“Arrepentíos”, es decir, reconoced que Jesucristo murió por vuestros pecados.
Aceptadle como su Salvador, luego sed bautizados en el nombre de Jesucristo,
y recibiréis el Espíritu Santo.
Aquel día 3.000
personas recibieron la palabra de Dios y fueron bautizadas.
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DIA 4
Si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con
Cristo.
Romanos 8:17
Las inescrutables riquezas de Cristo...
Efesios 3:8
La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros.
Colosenses 3:16
¡Instálese en el
castillo!
Un hombre pobre
acababa de recibir una herencia inesperada. Un tío que no tenía hijos había
muerto súbitamente y él era el único heredero. ¡De repente se había
convertido en el propietario de un castillo rodeado de un gran terreno! ¡Era
rico!
Se disponía a
tomar posesión de la propiedad. Pero, intimidado, no se atrevió a ocupar el
castillo. Prefirió instalarse con su familia en una cabaña destinada al
encargado de cuidar la propiedad. El notario fue a visitarlos y estupefacto
exclamó: «Pero señor, ¡instálese en el castillo!». Le mostró el documento que
probaba que todo le pertenecía. ¡Qué lástima conformarse con una vivienda
pequeña e incómoda cuando se posee un castillo!
Al recibir a
Jesús por la fe, nos convertimos en hijos de Dios y herederos de las riquezas
divinas. Pero a menudo nuestra vida cristiana es pobre y mediocre. Nos
conformamos con saber que somos salvos, sin tomar posesión activa de las
riquezas que Jesús nos ofrece: el perdón de nuestros pecados, la benignidad
permanente de Dios, el conocimiento del Padre, el acceso a él mediante la
oración, la liberación del poder del pecado, la esperanza de la vida eterna,
la perspectiva de compartir la gloria del Hijo de Dios, ¡y todo el gozo y la
paz que Dios quiere que experimentemos desde ahora en la tierra!
El «acta
notarial» mediante la cual conocemos nuestros derechos es la Palabra de Dios.
Leámosla atentamente y descubriremos cuán ricos somos.
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DIA
5
Justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo. Romanos 5:1
Fe y obras
“Por gracia sois
salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por
obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).
Un evangelista
explicaba este versículo. Estamos reconciliados, tenemos la paz con Dios solo
mediante la fe, es un don de Dios. Nuestra salvación no se gana, no se
merece, no se compra. Un asistente, convencido de que las obras eran
necesarias para ser salvos, le citó otro pasaje de la Biblia: “Vosotros veis,
pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe”
(Santiago 2:24). ¿Ambas cosas son compatibles?
La Biblia es la
Palabra de Dios, y el Espíritu Santo es su autor. Dios no se contradice.
Estos dos versículos expresan dos puntos de vista diferentes y complementarios:
lo que Dios ve y lo que pueden ver los hombres.
Dios puede leer
en nuestros pensamientos y en nuestro corazón. Él sabe si el creyente confía
solo en la obra de Cristo para ser salvo. Solo de esta manera, es decir, por
la fe, es hecho “justo” ante Dios. La fe es un acto de confianza en Dios y no
una simple adhesión a un conjunto de dogmas.
Para los
hombres, que únicamente ven el resultado exterior de la
transformación interior, las obras hacen que la fe sea visible. Las obras de
un creyente son coherentes con lo que hay en su interior. Su vida cotidiana
es el reflejo de su fe.
Los dos aspectos
son importantes. Primeramente la fe, para echar mano del regalo de Dios, y
luego los actos, como frutos de la vida divina.
Tomados de la Buena Semilla.
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