El hijo Prodigo, Fe y Obras, Tres cosas que pide Dios Devocional 19 2018


Año del favor de Dios

Verso para Memorizar:
"Dichosos los que saben aclamarte, Señor, y caminan a la luz de tu presencia; los que todo el día se alegran en tu nombre y se regocijan en tu justicia.
Porque tú eres su gloria y su poder;
por tu buena voluntad aumentas nuestra fuerza."
Salmos 89:15-17
DIA 1
Cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó... El padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle.
Lucas 15:20-22
El hijo pródigo y su hermano
Algunas parábolas (12): Lucas 15:11-32
Resumen: Un hombre tenía dos hijos. El menor le pidió su parte de la herencia; luego se fue lejos y malgastó todo “viviendo perdidamente”. Pronto se vio obligado a cuidar cerdos para poder sobrevivir. ¡Ansiaba comer el alimento de los animales, pero nadie le daba! Entonces pensó en la casa de su padre y decidió volver...
Cuando su padre lo vio de lejos, corrió hacia él, se echó sobre su cuello y le besó. Luego le puso el mejor vestido y organizó una fiesta para gozarse con los suyos. Cuando el hijo mayor regresó del trabajo, se enojó y no quiso participar en la fiesta. Acusó a su padre de ser injusto, pero este le respondió: “Tu hermano... se había perdido, y es hallado”.
Significado: El hijo menor representa a toda persona que reconoce que lejos de Dios su vida es un fracaso y vuelve a él arrepentida. Entonces Dios Padre la recibe manifestándole su gracia. El hijo mayor es aquel que piensa que tiene una buena moral y estima que Dios le debe algo. No conoce la gracia divina y es ajeno a su gozo.
Aplicación: ¿Nos identificamos con la historia del hijo menor? Después de haber vivido egoístamente con lo que Dios nos dio, y a veces en el mal, ¿hemos vuelto a Dios? Si nos arrepentimos, experimentaremos la bienvenida del Padre, su gracia y su gozo; pero si no lo hacemos, seremos como el hijo mayor, satisfechos de nosotros mismos, con el corazón cerrado y frío.

DIA 2
Qué pide el Señor de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia (bondad), y humillarte ante tu Dios. Miqueas 6:8

Tres objetivos
Amigos cristianos, Dios conoce las disposiciones interiores de cada uno de nosotros. A través del profeta Miqueas nos indica tres maneras de orientar nuestra vida para agradarle.
–Hacer justicia: Significa ser recto en nuestras palabras, actitudes y relaciones con los demás. Esta rectitud se nota rápido en un mundo impregnado de mentira e hipocresía. Es la base de todo testimonio cristiano. Muestra uno de los caracteres de Dios.
–Amar misericordia: “De mañana sácianos de tu misericordia, y cantaremos y nos alegraremos” (Salmo 90:14). Dios es la fuente de la misericordia, de la bondad, y Jesús es su perfecta expresión. Esa bondad nos conduce a buscar el bien de los que nos rodean y a responder a sus necesidades espirituales, afectivas o materiales, sin dejarnos desanimar por la indiferencia o el menosprecio.
–Humillarte ante tu Dios (o “andar humildemente con tu Dios”): Los dos primeros puntos conciernen a nuestras relaciones con nuestros semejantes, y este último a nuestra actitud hacia Dios. Él es nuestro Creador, nuestro Dios Salvador. Él es quien nos sostiene en nuestra vida cristiana. Si reconocemos que absolutamente todo lo debemos a Dios, permanecemos humildes ante él y contamos con su ayuda para hacer su voluntad cada día.
Solo hubo Uno que respondió perfectamente a lo que Dios esperaba del hombre, Jesús nuestro Señor. Dios le dijo desde el cielo: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” (Marcos 1:11).
¡Él desea que lo sigamos y lo imitemos!
 Tarea en familia: En familia compartir este devocional escribir en el cuaderno devocional el concepto de las tres cosas que pide Dios en Miqueas 6:8
DIA 3  No os dejaré huérfanos... Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.
Juan 14:18, 26
Edificaré mi iglesia.
Mateo 16:18
Pentecostés
Sucedió en Jerusalén, un domingo por la mañana, el día de Pentecostés, 50 días después de la resurrección de Jesucristo. Muchos judíos piadosos, procedentes de diferentes naciones, se encontraron para celebrar “la fiesta de las semanas” (Éxodo 34:22; Levítico 23:15-16). Los discípulos estaban reunidos en una casa. Desde que Jesús fue alzado al cielo, estaban felices, alababan y bendecían a Dios en el templo (Lucas 24:53), perseverando en la oración. También esperaban que la promesa de Jesús se cumpliese: Os enviaré el Espíritu Santo (Juan 16:7). Aquella mañana esa promesa se hizo realidad: “Fueron todos llenos del Espíritu Santo” (Hechos 2:4). La Iglesia, o Asamblea, nació.
La primera manifestación del poder del Espíritu Santo permitió a los discípulos anunciar “las maravillas de Dios” en las diferentes lenguas de las personas que se habían agrupado (Hechos 2:8-11). Los auditores quedaron estupefactos: “¿Qué quiere decir esto?”. Entonces el apóstol Pedro les recordó la crucifixión de Cristo, su resurrección y su ascensión al cielo. Sus palabras alcanzaron el corazón de muchas personas: “¿Qué haremos?”, preguntaron. Pedro respondió: “Arrepentíos”, es decir, reconoced que Jesucristo murió por vuestros pecados. Aceptadle como su Salvador, luego sed bautizados en el nombre de Jesucristo, y recibiréis el Espíritu Santo.
Aquel día 3.000 personas recibieron la palabra de Dios y fueron bautizadas.
DIA 4
Si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo.
Romanos 8:17
Las inescrutables riquezas de Cristo...
Efesios 3:8
La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros.
Colosenses 3:16
¡Instálese en el castillo!
Un hombre pobre acababa de recibir una herencia inesperada. Un tío que no tenía hijos había muerto súbitamente y él era el único heredero. ¡De repente se había convertido en el propietario de un castillo rodeado de un gran terreno! ¡Era rico!
Se disponía a tomar posesión de la propiedad. Pero, intimidado, no se atrevió a ocupar el castillo. Prefirió instalarse con su familia en una cabaña destinada al encargado de cuidar la propiedad. El notario fue a visitarlos y estupefacto exclamó: «Pero señor, ¡instálese en el castillo!». Le mostró el documento que probaba que todo le pertenecía. ¡Qué lástima conformarse con una vivienda pequeña e incómoda cuando se posee un castillo!
Al recibir a Jesús por la fe, nos convertimos en hijos de Dios y herederos de las riquezas divinas. Pero a menudo nuestra vida cristiana es pobre y mediocre. Nos conformamos con saber que somos salvos, sin tomar posesión activa de las riquezas que Jesús nos ofrece: el perdón de nuestros pecados, la benignidad permanente de Dios, el conocimiento del Padre, el acceso a él mediante la oración, la liberación del poder del pecado, la esperanza de la vida eterna, la perspectiva de compartir la gloria del Hijo de Dios, ¡y todo el gozo y la paz que Dios quiere que experimentemos desde ahora en la tierra!
El «acta notarial» mediante la cual conocemos nuestros derechos es la Palabra de Dios. Leámosla atentamente y descubriremos cuán ricos somos.

DIA 5
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Romanos 5:1
Fe y obras
“Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).
Un evangelista explicaba este versículo. Estamos reconciliados, tenemos la paz con Dios solo mediante la fe, es un don de Dios. Nuestra salvación no se gana, no se merece, no se compra. Un asistente, convencido de que las obras eran necesarias para ser salvos, le citó otro pasaje de la Biblia: “Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe” (Santiago 2:24). ¿Ambas cosas son compatibles?
La Biblia es la Palabra de Dios, y el Espíritu Santo es su autor. Dios no se contradice. Estos dos versículos expresan dos puntos de vista diferentes y complementarios: lo que Dios ve y lo que pueden ver los hombres.
Dios puede leer en nuestros pensamientos y en nuestro corazón. Él sabe si el creyente confía solo en la obra de Cristo para ser salvo. Solo de esta manera, es decir, por la fe, es hecho “justo” ante Dios. La fe es un acto de confianza en Dios y no una simple adhesión a un conjunto de dogmas.
Para los hombres, que únicamente ven el resultado exterior de la transformación interior, las obras hacen que la fe sea visible. Las obras de un creyente son coherentes con lo que hay en su interior. Su vida cotidiana es el reflejo de su fe.
Los dos aspectos son importantes. Primeramente la fe, para echar mano del regalo de Dios, y luego los actos, como frutos de la vida divina.

Tomados de la Buena Semilla.


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