EL JUEGO ESPONTANEO

El juego espontaneo, en extinción
ANNIE DE ACEVEDO

Jugar es una actividad primordial. Un niño que no juega es un niño que no se vincula con las personas ni las cosas. Jugar al aire libre de manera espontánea es lo ideal, y tener la oportunidad de jugar con vecinos o primos en el parque es todo un privilegio que hoy poco se ve: los niños tienen que jugar en sus casas y hacer actividades más pasivas.
La espontaneidad del juego se ha perdido, porque ahora la prioridad parece ser lo estructurado, como las clases en las que les enseñan a practicar un deporte.
Sin embargo, hay estudios que confirman que los niños entre 3 y 5 años han perdido por lo menos 500 minutos a la semana de juego no estructurado. Al suceder esto, cambia la etapa de infancia de un niño y su esencia se ve afectada, pues es a través del juego que se aprende más a socializar.
El juego libre les permite a los niños explorar y conquistar el mundo sin el apoyo y la dirección de los adultos. Es a través de estas actividades libres y sin estructura previa que se conquistan los temores, se aprende a compartir, a negociar y a resolver conflictos.
Los juegos en campo abiertos son excelentes para el desarrollo del cuerpo y el cerebro, mientras los estructurados que se hacen adentro les impiden un ejercicio adecuado. La estimulación de lo motor es clave en los niños.
La mayoría de niños pasa el tiempo viendo televisión, chateando o pegado a los videojuegos. La situación es preocupante, porque se están aislando de sus amistades y les es más difícil establecer vínculos fuertes con los demás.
El temor de los padres también juega un papel importante, ya que los adultos sentimos que el mundo es cada vez más peligroso para nuestros hijos. Este temor lo estamos transmitiendo a nuestros niños.
La libertad de escoger es clave
La ocupación de los padres no permite espacios para juegos libres y espontáneos sino para el juego estructurado y supervisado por colegios u otras instituciones.
Los niños se están perdiendo de algo esencial: la libertad de escoger a qué jugar y con quién hacerlo. Por eso, los padres y los educadores debemos trabajar de manera urgente y unida para que nuestros niños vuelvan a jugar libremente.
Hay que volver a hacer que desde pequeños los niños se reúnan en grupos de por lo menos tres, para que tengan una interacción que les sirva de ejercicio de convivencia.
El escenario ideal es el exterior, y hay que buscarlo a toda costa: ir a un parque cercano o al jardín de la casa es imperativo para la salud mental de nuestros niños.
Hay que abrir un espacio al juego con otros al aire libre en este mundo tecnológico. Hay un momento y espacio para cada cosa. Si no respetamos esta necesidad de juego de los niños, vamos a ver cómo este 'déficit' les afecta posteriormente sus vínculos afectivos y su socialización.

En esta semana recuerda...
“La labor continua, la causa perdura, la esperanza aún vive
y el sueño nunca morirá” EK

ACONCAGUA: El Centinela de Piedra