El Señor… aclarará también lo oculto de las tinieblas,
y manifestará las intenciones de los corazones.
1 Corintios 4:5.
Todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos
de aquel a quien tenemos que dar cuenta.
Hebreos 4:13.
Al señalar la pared de la sala con el dedo, el predicador exclamó: –Si en este instante una mano misteriosa escribiera sobre este muro la historia de mi vida y la vuestra, si unas cuantas líneas verídicas revelaran nuestros hechos y nuestros pensamientos secretos, ¿quién de nosotros se atrevería a echarle una ojeada? Un día, agregó el predicador, hace cerca de veinticinco siglos, este hecho tuvo lugar. En pocas palabras, pero sin apelación, la condenación del rey fue escrita en la pared de la sala del banquete bajo los ojos aterrados de todos.
Al dirigirse a aquellos que pretendían ganar su salvación por sus propios méritos, César Malan prosiguió: –Sean honestos consigo mismos. Busquen en su pasado. ¿Qué hallan en él? ¿Qué tiene usted que con toda sinceridad pueda serle ofrecido a Dios? Nada.
En efecto, ¿cómo alejar esa terrible amenaza que pesa sobre cada individuo? Un día todo será revelado. Todo lo que merece un juicio será condenado sin piedad por un Dios santo. A todo esto hay un único remedio: el sacrificio de Jesús, el santo Hijo de Dios, cumplido una vez para siempre en la cruz. Todo es de Dios, nada del hombre. Pero es necesario creer.
Tomado de amen amen. La buena semilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario