DIA 1
En cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien.
Salmo 73:28
Este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus
mandamientos no son gravosos. Porque todo lo que es nacido de Dios vence al
mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.
1 Juan 5:3-4
¿De corazón o por
obligación?
Imaginémonos en el internado de un
instituto una mañana lluviosa de invierno. A las seis y media suena el timbre
para que todos los jóvenes se levanten. Un centenar de adolescentes adormilados
dejan la cama de mala gana. Aborrecen el timbre a esa hora, y con dificultad
obedecen la orden. Al mediodía el timbre vuelve a sonar. ¡Qué alegría
escucharlo esta vez! También indica una orden, pero una orden a la cual
obedecen con gusto, pues dejan los estudios para ir al comedor.
Así, una orden puede ser percibida de
forma muy diferente según nuestros deseos. Si éstos son opuestos a la orden,
nos cuesta obedecer, pero si coinciden con la orden, nos parece fácil obedecer.
Lo mismo sucede con las enseñanzas de
la Biblia: si hemos ido al Señor mediante la fe, hemos recibido la vida de
Dios. Entonces la lectura de la Palabra es para nosotros una necesidad y un
gozo, y la oración es espontánea. (Si no es así, debemos hacer un serio examen
de nuestra vida interior).
Al contrario, si no somos verdaderos
creyentes, podemos esforzarnos en poner en práctica algunas enseñanzas
bíblicas, como: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, pero esto será
imposible, pues esas enseñanzas son opuestas a nuestros deseos naturales.
Necesitamos, no una buena moral, sino un cambio de naturaleza. Necesitamos lo
que la Biblia llama el “nuevo nacimiento”. Éste se produce cuando vamos al
Señor mediante la fe.
DIA 2
No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.
1 Juan 3:18
Sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores.
Santiago 1:22
Yo te mostraré mi fe por mis obras.
Santiago 2:18
Una fe auténtica
En el año 1869
Henri Stanley, corresponsal del New York Herald, periódico rico en artículos
sensacionalistas, recibió la siguiente misión de parte del director: «Encuentre
a David Livingstone». Este misionero y explorador había sido dado por
desaparecido desde 1866 en África Ecuatorial, cuando estaba buscando las
fuentes del Nilo.
En noviembre de
1871, Stanley encontró por fin a Livingstone. Esto fue lo que escribió en una
de sus libretas: «Lo vi y lo escuché. Estudiar a Livingstone dejando de lado el
aspecto religioso sería hacer un estudio incompleto. Es misionero, pero su
religión no es de tipo teórico. Habla poco, es una seria práctica de todos los
instantes; se manifiesta mediante una acción benévola y continua. La piedad
regula su conducta, no sólo hacia sus sirvientes, sino también hacia todos los
que lo rodean. Ella suavizó esta naturaleza ardiente, esta voluntad inflexible,
y hace de este hombre, que tiene una increíble energía, el jefe más indulgente
y el compañero más sociable. Todos los domingos reúne a sus compañeros, les lee
un capítulo de la Biblia y luego hace un breve comentario sobre el texto que acaba
de leer. Esas pocas palabras, en lengua swahili, son escuchadas con un visible
interés».
De Livingstone,
célebre explorador por su descubrimiento de las Cataratas Victoria, nos
gustaría recordar sobre todo la fe en acción. Misionero incansable, imitador de
Cristo su Salvador, fue encontrado muerto, de rodillas, en su tienda... ¡Murió
orando!
DIA 3
Cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría
solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su
recompensa.
Mateo 10:42
Dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se
contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.
Marcos 14:9
Las obras del
creyente
La Palabra de Dios
establece claramente que el hombre no se vuelve justo ante Dios haciendo buenas
obras: “Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de
él (Dios)” (Romanos 3:20; Gálatas 2:16). Pero el creyente, una vez salvo sólo
por la gracia divina, no se quedará inactivo, sino que mostrará su fe sirviendo
a Dios, pues “la fe sin obras es muerta” (Santiago 2:20). Podríamos dudar de la
realidad de fe de alguien que no hiciera nada para honrar a su Salvador.
Los versículos de
hoy presentan dos ejemplos de obras que el Señor aprecia. El primero puede
parecernos insignificante: ¡dar un vaso de agua a un niño! Pero Dios graba el
gesto más humilde hecho para él, y reserva para su autor una recompensa
especial.
El segundo es de
otra naturaleza: es la adoración que una mujer rindió al Señor Jesús
ofreciéndole un perfume de gran precio para ungir su cabeza. Algunos
consideraron que esto era un derroche, pero el Señor la defendió y explicó el
sentido profundo de su gesto.
¡Qué ánimo para
nosotros! Un niño puede servir a Jesús mediante cosas muy sencillas hechas en
casa. Y juntos podemos agradar al Señor cuando, reunidos en torno a él, le
ofrecemos la alabanza de nuestros corazones agradecidos. Esforcémonos en
discernir cada día lo que él espera de nosotros, esas “buenas obras, las cuales
Dios preparó de antemano” para que las hiciésemos con su ayuda (Efesios 2:10).
DIA 4
No toquéis lo inmundo; y yo os recibiré... dice el Señor.
2 Corintios 6:17-18
Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando
la santidad en el temor de Dios.
2 Corintios 7:1
Responsable de la
limpieza
Cuando entré en la
oficina del jefe de una empresa, éste hablaba con voz firme por teléfono: «¡Soy
responsable de todo lo que se hace en mi empresa, incluso de la limpieza!». No
sé cómo recibió el mensaje su interlocutor, pero me di cuenta del alcance del mismo.
¡Yo también soy
responsable de la limpieza de mi casa! De todo lo que entra en mi casa a través
de palabras, lecturas o cualquier otro medio, ¿no hay «suciedades» que debo
limpiar? En las conversaciones, las distracciones y las invitaciones que animan
mi casa, ¿no tengo nada que limpiar?
Todavía hay un
lugar secreto que debo mantener «limpio»: mi corazón, pues “del corazón salen
los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los
hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que
contaminan al hombre” (Mateo 15:19-20). La Biblia también dice: “Sobre toda
cosa guardada, guarda tu corazón” (Proverbios 4:23).
¿Ante quién soy
responsable? Ante mis hijos, mi entorno, mis hermanos y hermanas en la fe. El
apóstol Pablo pidió a Timoteo que fuese “ejemplo de los creyentes en palabra,
conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Timoteo 4:12). Pero sobre todo soy
responsable ante Dios, pues “cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí”
(Romanos 14:12).
“Todo lo que es
verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo
lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en
esto pensad” (Filipenses 4:8).
DIA 5
Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y
tiemblan.
Santiago 2:19
¿Crees tú en el Hijo de Dios?
Juan 9:35
Creer en Dios y
creer a Dios
Un día le pregunté
a un amigo ateo si nunca había pensado, incluso un corto instante, que Dios
existe.
«Sí», respondió él,
para mi gran sorpresa. «Cuando nuestro primer hijo nació estuve a punto de
aceptar que había un Dios creador. Cuando vi a ese ser humano en miniatura en
la cuna, cuando observé sus deditos replegados y vi en sus ojitos que nos
reconocía vagamente, durante varios meses pensaba en renunciar al ateísmo. Mi
admiración ante este niño por poco me convence de que hay un Dios».
La complejidad del cuerpo
humano no es la única prueba de la existencia de Dios, que salta a la vista
cuando miramos al cielo. Ese resplandor blanco más allá de las estrellas que
nosotros llamamos «la Vía Láctea», en realidad es una galaxia compuesta por
miles de millones de soles como el nuestro. El rey David afirma que las
estrellas hablan de un Creador supremo: “Los cielos cuentan la gloria de Dios,
y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19:1).
Pero Dios nos
mostró mucho más que su sabiduría y su poder; envió a su Hijo Jesucristo a la
tierra para revelar el esplendor de todo su ser: luz y amor. Luz, porque pone
en evidencia las intenciones ocultas de nuestro corazón. Amor, pues dio a su
Hijo por nosotros para expiar nuestros pecados. Creer en un Dios creador
todopoderoso no es suficiente para recibir la vida eterna. Es necesario creer
su Palabra, la cual dice a cada uno de nosotros: “Cree en el Señor Jesucristo,
y serás salvo, tú y tu casa” (Hechos 16:31).
EXCELENTE, TRATAREMOS DE SER FIELES Y PERSISTENTES.
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