Devocional Octubre 10 - 16 de 2016


Los estudiantes escriben:
Título de Devocional, Cita Bíblica, 1. La reflexión y 2. Aplicación para su vida. (Personal)

Día 1: Uno es vuestro Maestro, el Cristo. Mateo 23:8
No vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo. Marcos 9:8

Los cristianos solo tienen un Maestro
A sus amigos que se hacían llamar de su nombre, un reformador decía: les ruego dejen de valerse de mi nombre y llámense simplemente «cristianos». Yo no fui crucificado por nadie. No soy ni quiero ser el maestro de nadie. Cristo es nuestro único Maestro.
Ante una multitud entusiasta que quería adorarlos, Bernabé y Pablo reaccionaron enérgicamente, diciendo: “Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros” (Hechos 14:15). ¡Cuán dispuestos estamos a seguir a un hombre! Y también, ¡cuán pronto está un hombre a presentarse como «maestro» ante sus semejantes, o como intermediario entre Cristo y los hombres! Cuando Jesús estaba en la tierra, invitaba a quienes encontraba a seguirle, y les mostraba el peligro de seguir a “extraños” (Juan 10:5).
Cristianos, no nos equivoquemos, uno solo es nuestro Maestro, Jesucristo, quien dio su vida por nosotros. Debemos respetar a todos los hombres, honrar a nuestros hermanos y tener a algunos “en mucha estima y amor por causa de su obra” (1 Tesalonicenses 5:13), pero a quien debemos seguir es a Cristo, el único digno de nuestra adoración. ¿A quién iremos?, dijo Pedro, dirigiéndose a Jesús (Juan 6:68). Solo él tiene “palabras de vida eterna”, solo él es nuestro Dios Salvador.
¿A quién pues acudir?
Tu voz de encantos llena
Nos dice: No temáis,
Siempre confiad en mí;
Consuelo Tú nos das,
De gozo el alma plena;
¿A quién pues acudir, ¡oh Jesús! sino a ti?


Día 2:  
¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado? Proverbios 20:9
Si confesamos nuestros pecados, él (Dios) es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 1 Juan 1:9
La importancia de la pureza
¿Qué evoca la palabra pureza? ¿La pureza del aire, del agua, de los alimentos? La preocupación por la pureza está muy presente en nuestras mentes debido a los problemas relacionados con la contaminación y el respeto al medio ambiente. También existe una relación evidente entre lo que ingiero y mi salud. Si no estoy atento a lo que respiro, bebo o como, puedo debilitarme e incluso intoxicarme. Todo esto es cierto en el ámbito físico, pero también es verdad en el ámbito moral. Lo que miro, leo y escucho influencia mis pensamientos, los ennoblece, o los contamina.
Pero, además, la principal fuente de impureza está en mi corazón. “Del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios... las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre” (Mateo 15:19). Esto es lo que me impide tener acceso a la presencia de Dios. Entonces, ¿cómo puedo purificarme?
Varias religiones subrayan la necesidad de hacerlo mediante penitencias o sacramentos. ¡Pero esto no es lo que la Biblia nos enseña! Ella nos dice que no podemos purificarnos a nosotros mismos. La purificación es obra de Dios: “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). Cuando por la fe acepto el regalo de Dios, él me perdona y me purifica de todos mis pecados. Entonces me da la fuerza para mantenerme separado, en mi vida, en mis pensamientos, de todo lo que es incompatible con la santidad de Dios. Me muestra cómo vivir las diferentes relaciones humanas en la pureza, la verdad y el amor.
Día 3:
Decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. Santiago 4:13-14
Hoy, ¡no mañana!
Ese mismo día, poco antes de que iniciara el gran incendio que devastó la ciudad de Chicago (del 8 al 10 de octubre de 1871), el evangelista Moody hizo la siguiente pregunta ante una multitud de 2.500 personas: «¿Qué decisión van a tomar con respecto a Jesús?». Y para terminar su predicación, añadió: «Ahora les invito a reflexionar y a darme una respuesta el próximo domingo». Minutos después sonó la sirena y toda la ciudad se vio envuelta en llamas. Cientos de personas murieron en el incendio. Muchas de ellas habían oído el mensaje de salvación, y quizá no tuvieron tiempo para pensar en él, como se les había invitado. El incendio dejó a unas 100.000 personas sin casa.
A partir de ese día el predicador, conmovido por aquella tragedia, nunca más habló de esperar cierto tiempo antes de tomar la decisión de aceptar a Cristo. Apremiaba a su auditorio a decidirse inmediatamente por Cristo, como la Palabra nos invita a hacerlo: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 4:7). ¡Quizá mañana sea demasiado tarde! ¿Cuántas personas que escucharon la invitación del evangelista descuidaron la advertencia, aplazando neciamente la cuestión de su salvación, en vez de tomar la decisión mientras tenían tiempo?
Para todos los que desean ponerse en regla con Dios, hoy todavía es el tiempo en que Dios perdona. Basta reconocer en la persona de Jesucristo al Salvador que necesitan. ¡El mañana no nos pertenece!
Día 4:
Le dijeron: ¿Tú quién eres? Entonces Jesús les dijo: Lo que desde el principio os he dicho. Juan 8:25

Sea verdadero y claro
¿Es importante ser veraz y claro en lo que decimos? Sí, porque Dios detesta la hipocresía, las verdades a medias, el fingimiento, el hecho de acomodarse a las circunstancias, las mentiras, los barnices religiosos, la apariencia de piedad y de santidad. ¡A Dios no le gusta nada de esto! Él quiere que seamos veraces.
Mi sinceridad tal vez sea explotada o despreciada, pero padecer “como cristiano” (1 Pedro 4:16) no es motivo de vergüenza; esto no tiene nada de especial. El Señor Jesús dijo: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
Jesucristo es nuestro modelo perfecto. Este versículo se refiere a él: “He resuelto que mi boca no haga transgresión” (Salmo 17:3). Nosotros tenemos segundas intenciones, a veces escondemos algunos propósitos a nuestros semejantes, pero Jesús era perfectamente verdadero. Cuando le preguntaron: “¿Tú quién eres?”, él respondió: “Lo que desde el principio os he dicho”, lo cual significa: mis palabras me describen tal como soy, es decir, la verdad. La verdad es la exposición perfecta de un hecho. Jesús era lo que decía ser, la gente podía confiar plenamente en él.
Aún hoy podemos descansar completa y totalmente confiados en lo que dice en los evangelios, por ejemplo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37). “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Juan 10:27-29).
Día 5:
Leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura. Nehemías 8:8

Pedagogía diferenciada
Los profesores tienen clases cada vez más heterogéneas. De un alumno a otro, las facultades de comprensión o de concentración son muy diversas, y hay que adaptar la enseñanza a cada individuo.
Este enfoque también se aplica al ámbito espiritual: los cuidados y la enseñanza que transmitimos deben estar adaptados a las particularidades de cada uno. La epístola a los Hebreos hace la diferencia entre los “niños”, que necesitan tomar “leche”, y “los que han alcanzado madurez”, que pueden soportar “el alimento sólido” (Hebreos 5:13-14).
Durante su vida en la tierra, nuestro Señor Jesús nos dio el ejemplo. Cuando se dirigía a los jefes judíos religiosos, los interpelaba en su propio contexto haciendo referencia a los textos del Antiguo Testamento que les eran familiares. Pero si se trataba de una persona del pueblo, le hablaba de forma sencilla, empleando ilustraciones de la vida cotidiana que podía comprender, por ejemplo con parábolas. “Con muchas parábolas como estas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír” (Marcos 4:33).
Amigos creyentes, todos podemos tener la oportunidad de enseñar: los padres tienen que instruir a sus hijos, los jóvenes pueden ayudar a los recién convertidos a comprender mejor la Biblia, y en cada reunión de creyentes la doctrina cristiana debe ser expuesta. Velemos para hacerlo con inteligencia, teniendo cuidado de hacernos comprender por todos, para que cada uno de los asistentes pueda ser edificado.
“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6).
Día 6
No hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. Romanos 3:22-23
Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Efesios 2:8-9

Para ir al paraíso...
En la sala de espera de una clínica, una paciente exclamó: «¡Sufrí mucho en la vida, por eso iré al paraíso!». Luego empezó a contar en detalle las experiencias dolorosas por las que había pasado: numerosas operaciones quirúrgicas, terapias largas y dolorosas, la soledad, el desánimo. Por cierto, su vida no había sido fácil. Pero imagínese por un instante un tribunal: el acusado cometió un robo. Y el juez, con bondad, perdona al culpable diciéndole: «¡Señor, usted sufrió tanto en su vida! Por eso, aunque haya cometido ese robo, lo perdono. ¡Usted está libre!».
¿A esto puede llamarse justicia? ¡No, claro que no! Seguramente usted se enfurecería al ver que la persona que lo robó fue liberada bajo tal pretexto.
Dios no es un juez injusto. Al contrario, es demasiado justo para tolerar el pecado que ve en mí, en cada uno de nosotros. Y precisamente debido a su justicia no podemos reunirnos con él en el cielo por la eternidad. Pero, entonces, ¿qué hacer para tener ese privilegio? La Biblia es clara: para ir al paraíso primero debo ser hecho justo ante Dios.
¿Es posible? Sí, si acepto que Jesucristo llevó el castigo que merecían mis pecados. Entonces, ante Dios, soy justo. Mi deuda fue pagada, nunca más se hablará de ella, pues fue borrada. Dios es justo, y, debido a que el Señor Jesús expió nuestros pecados, nos recibe como sus muy amados hijos.

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