Devocional 22 Junio 20 - 25 2016 LAS PROMESAS DE DIOS

Verso para Memorizar de mes:
Juan 11:40

Los estudiantes escriben en su cuaderno:
Titulo de Devocional, Cita Bíblica, 1. La reflexión y 2. Aplicación para su vida. (Personal)
Día 1:



Día 2.  Tarea en Familia: LOS PADRES DEBEN FIRMAR EL CUADERNO DEVOCIONAL
Dios no es hombre, para que mienta. Números 23:19
Plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido. Romanos 4:21

Las promesas de Dios
Todo el que lee la Biblia atentamente dirá que su mensaje es vivo y completo, porque su autor es Dios mismo. Él nos interroga, nos muestra nuestras verdaderas necesidades, y nos hace promesas que las satisfacen. Estos son algunos ejemplos:
–El perdón: “Venid luego, dice el Señor, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18).
“Yo, yo soy el que borro tus rebeliones... y no me acordaré de tus pecados” (Isaías 43:25).
–La vida eterna: “Y yo les doy vida eterna”, dijo Jesús (Juan 10:28). “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).
–Una seguridad: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna” (1 Juan 5:13).
–Una relación con Dios: “Mas a todos los que le recibieron (Jesús), a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).
–La paz del corazón: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).
–La apacible espera de un futuro feliz: “Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13).

El desafío de la semana:
Escribe en tu Cuaderno por lo menos dos promesas de Dios para ti y comparte con tu familia.
Día 3 
Os rogamos, hermanos... que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos.
1 Tesalonicenses 4:10-11
Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella. Entonces él (Jesús) se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les servía.  Marcos 1:30-31

Estrés
Esta palabra está de moda. El hombre moderno, por lo menos en las ciudades, vive estresado de la mañana a la noche. Llamados a vivir en un mundo ruidoso y agitado, en medio de las actividades febriles de esta época en que la técnica y las finanzas son reinas, corremos el riesgo de vernos atrapados en el engranaje de una existencia bajo alta presión, gastando nuestra energía en correr de un lado a otro, para terminar perdiendo el sentido del valor de las bendiciones eternas.
Amigos agobiados por las preocupaciones, prueben el remedio que Jesús proponía a sus discípulos estresados. Permanezcan tranquilos, aunque solo sea un momento, para buscar la compañía del Señor, en la cual su espíritu podrá recobrar fuerzas; esto, a menudo, con gran provecho también para su cuerpo. Reserven, regularmente si es posible, un tiempo apacible para la oración y la lectura de la Palabra de Dios.
“Bueno es el Señor a los que en él esperan, al alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor” (Lamentaciones de Jeremías 3:25-26). Experimentemos la realidad de esta promesa y pidamos a Dios la serenidad, hecha de confianza, humildad y paciencia, poniendo en Sus manos los problemas que nos agitan y nos superan.
Jesús dijo: “Donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Lucas 12:34).
Día 4 
¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?
Marcos 8:36
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo... El mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
1 Juan 2:15, 17
El desafío del creyente
El mundo, la sociedad organizada en la cual vivimos, ejerce una presión tan grande y quiere ofrecernos tanto, que corremos el riesgo de pasar nuestra vida corriendo tras las vanidades. Dinero, bienes materiales, ocio, popularidad y cultura no pueden ser el objetivo principal de nuestra vida, pues esos supuestos valores son efímeros.
Seamos conscientes, detengámonos un momento para hacer un balance y hagámonos las verdaderas preguntas: ¿Qué estoy buscando? ¿Cuál es mi proyecto de vida?
Recordemos lo que Cristo dijo: “Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:21). Lo que amamos, nuestro “tesoro”, nos ata y nos transforma. Si amamos el mundo y sus placeres, quizá todo vaya bien durante algún tiempo. Pero nuestra sed de felicidad no estará verdaderamente satisfecha, y perderemos nuestra vida. Respondamos más bien a la invitación de Dios, vayamos a Jesucristo, quien nos dará una paz, un gozo y una esperanza que traspasan todo, incluso la muerte.
El desafío para nosotros, cristianos, es vivir en el mundo sin dejar que el mundo viva en nosotros. Si buscamos primero el reino de Dios, es decir, la presencia del Señor en toda circunstancia, podremos vivir felices, sin estar ligados por los valores y las prioridades del mundo. Así, nuestra vida en este mundo será realmente benéfica para nosotros y para nuestro entorno, y honrará al Señor.
Día 5
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
Mateo 5:8
Hablad verdad cada cual con su prójimo; juzgad según la verdad y lo conducente a la paz... Y ninguno de vosotros piense mal en su corazón contra su prójimo... porque todas estas son cosas que aborrezco, dice el Señor.  Zacarías 8:16-17
Una vida pura
Los ritos y prescripciones del Antiguo Testamento indicaban al pueblo de Israel lo que debían hacer para presentarse ante Dios. Permitían tomar conciencia de la santidad de Dios, pero corrían el gran peligro de derivar en una práctica exterior sin que el corazón fuese alcanzado. Los creyentes del Antiguo Testamento habían comprendido que se necesita más que ritos para acercarse verdaderamente a Dios. Hay que recibir de Dios una pureza interior, la del corazón, que en nuestra vida se traduce en acciones justas, honestas y llenas de bondad (Salmo 24:4).
Hoy Dios da un corazón purificado a todo el que cree en el Señor Jesús. Esta pureza ante Dios es la de la vida de Jesús, la cual recibimos en nuestro ser interior. Somos perdonados de nuestros pecados y puros ante él porque somos beneficiarios del sacrificio de Jesús en la cruz. La fe dirige nuestra mirada con adoración hacia Cristo: él adquirió para nosotros una vida nueva, santa. También nos permite vivir esta vida cada día. Esta pureza de corazón en todas nuestras relaciones, acciones y decisiones nos da la fuerza para rechazar el mal, el orgullo, el rencor, la crítica, la falsedad... Así, nuestras relaciones con los demás estarán iluminadas por una belleza, una profundidad y autenticidad nuevas.
“Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro” (1 Pedro 1:22).
Día 6
Señor, eres mi esperanza, seguridad mía desde mi juventud... No me deseches en el tiempo de la vejez; cuando mi fuerza se acabare, no me desampares.  Salmo 71:5, 9
Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo... Yo soy Dios, y no hay otro Dios.  Isaías 46:4, 9

Incluso si el vigor mengua
Aunque gran parte de nuestra vida solemos apoyarnos en nuestra energía natural, no sucede lo mismo al llegar la vejez. Pero el cristiano, sostenido por la fe, sabe que la Biblia abunda en palabras de aliento para los que han llegado a la edad de la cual se dice: “No tengo en ellos (los años) contentamiento” (Eclesiastés 12:1).
Caleb, a la edad de 85 años, podía decir: “Cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza” (Josué 14:11). Ana no se apartaba del templo. Allí estaba cuando José y María llevaron al niño Jesús (Lucas 2:36-38). Pese a su avanzada edad y a la soledad de su larga viudez, alababa al Señor y hablaba del Mesías a todos los que estaban esperando la liberación.
Amigos creyentes ancianos, cansados, el Señor quiere enseñarnos hasta qué punto somos débiles, a fin de que sepamos confiar más en él. Cualquiera que sea nuestra discapacidad, no nos desalentemos, ¡Dios quiere ser nuestra fuerza! Solamente con el apoyo del Señor cada uno de nosotros podrá experimentar la promesa de su Palabra: “Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes” (Salmo 92:14).
Siempre que nuestro estado lo permita, hablemos en nuestro entorno del amor de Dios, quien “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4). Oremos a favor de los que nos rodean. ¡Dios escucha la oración!

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