Devociona 23 Junio 27 Julio 2 Viendo el Futuro.

Verso para Memorizar de mes:
Juan 11:40

Los estudiantes escriben en su cuaderno:
Titulo de Devocional, Cita Bíblica, 1. La reflexión y 2. Aplicación para su vida. (Personal)
Día 1:
Prepárate para venir al encuentro de tu Dios. Amós 4:12
Como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. 2 Corintios 5:20

Tiene cita...
«Mamá, ¿podrías pedirme una cita con el dentista? La quiero el miércoles por la tarde o el sábado en la mañana». Enseguida hice lo que mi hijo me pidió. Pero al día siguiente me dijo que más bien le pidiera la cita una semana más tarde, porque había cambiado de planes...
En la vida todos pedimos citas. Anotamos los días y las horas, desplazamos o anulamos si es necesario. Con algunas semanas o meses por adelantado, las páginas de la agenda se van llenando, y esto parece durar indefinidamente. Pero llegará un día a partir del cual permanecerán blancas, el día de la última cita de nuestra existencia terrenal. Dios ya fijó la fecha, ¡y no hay número o dirección de correo electrónico para anularla! Ese día, el cuerpo de cada persona volverá al polvo, y su alma a Dios, quien la creó (Eclesiastés 12:7).
¿Ha pensado usted en esa cita de su alma con Dios? Es preciso pensar en ello desde hoy, pues de esto depende su futuro eterno. Si comparece ante Dios sin haber solucionado la cuestión de sus pecados, ya no habrá marcha atrás, pues Dios es santo y no puede recibirle en ese estado. El que durante su vida en la tierra no se arrepiente de sus pecados, pasará la eternidad lejos de Dios, en los tormentos eternos.
Pero si usted depositó su confianza en Jesucristo y aceptó en su corazón su sacrificio, sus pecados son perdonados. A partir de ese momento está reconciliado con Dios y el cielo le es abierto.
¡No espere que sea demasiado tarde para prepararse para encontrar a Dios!


Día 2.  Tarea en Familia: LOS PADRES DEBEN FIRMAR EL CUADERNO DEVOCIONAL
Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.
Jeremías 29:11
En la casa del Señor moraré por largos días. Salmo 23:6

¿Cómo ve su futuro?
Durante un período de depresión de su paciente, cada día el psiquiatra le hacía esta misma pregunta escrutadora y punzante. Sin duda el médico deseaba conocer la evolución del estado del enfermo y adaptar el tratamiento en función de su estado.
Si alguien nos pregunta cómo vemos nuestro futuro, ¿cuál será nuestra respuesta? ¿Vamos a responder en función de nuestra situación material del momento en que vivimos? O en cambio, con confianza, diremos como David: “El Señor es mi pastor; nada me faltará” (Salmo 23:1). David había soportado la injusticia, la soledad, el duelo y muchas circunstancias duras a lo largo de su vida, pero también había experimentado el socorro divino. Dios nunca lo había abandonado.
Podemos responder solo para esta vida terrenal, o con la serenidad del apóstol Pablo al final de su vida: “El tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo” (2 Timoteo 4:6-8).
El futuro del creyente es seguro, pues Jesús, quien resucitó y está en el cielo, es el garante. Desde hace siglos los creyentes pudieron decir, incluso en medio de inmensos sufrimientos: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo... En mi carne he de ver a Dios” (Job 19:25-26). Jesús dijo al malhechor arrepentido que estaba crucificado a su lado: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43).
Este pobre clamó, y le oyó el Señor, y lo libró de todas sus angustias.
Salmo 34:6
(Jesús dijo:) La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da.
Juan 14:27
¡Oh, Dios! ¿Dónde puedo encontrarte?
Testimonio
«¡Oh, Dios! Creo que existes, pero, ¿dónde puedo encontrarte? Odio la religión, pero quiero encontrarte. ¡Haz que me encuentre con personas que te conozcan!».
Algún tiempo después de esta oración, recibí una invitación a una reunión cristiana. Estaba interesada, pero dudaba en ir, pues tenía miedo de encontrarme en un callejón sin salida. Sin embargo, al final fui. Un hombre se levantó y leyó unos pasajes del evangelio. No tenía nada extraordinario y hablaba pausadamente, pero su mensaje me habló directamente al corazón. ¡Era tan claro! Comprendí que era la respuesta de Dios a mi oración.
Volví regularmente a esas reuniones. Allí me sentía bien, como si estuviese protegida. No había ninguna presión, sino más bien como una puerta abierta hacia una esperanza presente, accesible. Simplemente se leía la Biblia; ella hablaba de nuestros corazones, mentirosos, arrogantes, celosos, llenos de odio e incapaces de perdonar. ¡Y precisamente así era el mío! Empezaba a comprender que únicamente Dios, manifestado en Jesucristo, podía producir el bien, y que solo la muerte de Jesús en la cruz podía perdonar el mal que había en mi corazón.
Los días siguientes leí mucho la Biblia. La Palabra de Dios penetraba en mí y me hacía entrever una nueva vida.
Una noche me encontré con dos amigos para orar. Aunque lloré mucho, ¡la paz que tanto buscaba estaba realmente ahí! Esto sucedió hace más de 22 años, y esta paz interior nunca me ha dejado.
Monique
Mas yo al Señor miraré, esperaré al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá. Miqueas 7:7
Cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí. Romanos 14:12
Pero yo... ¿y tú?
A veces hablamos de naciones cristianas o familias cristianas, pero en realidad la fe es individual. Quizás haya vivido en cierto entorno, en una familia en la que recibí una educación cristiana, en la que vi un ejemplo de lo que el Evangelio produce en la vida de aquel que lo acepta, ¡pero esto no hace que yo sea un cristiano!
En la primera parte de la Biblia, Israel es presentado como un pueblo reconocido por Dios. Todos los que lo componían disfrutaban de las ventajas ligadas a esta condición. Pero en este pueblo, unos tenían fe y otros no; unos buscaban a Dios, los otros no. Lo mismo sucede hoy en día: es una terrible ilusión considerar como hijos de Dios a todos los que, exteriormente, forman parte de la cristiandad porque fueron bautizados. La Palabra de Dios dice que solo a los que recibieron a Cristo en su vida, “les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).
Hay un momento en el que debo decir: «Pero yo...». Independientemente del entorno en que viva, que la gente sea indiferente al cristianismo, opuesta o creyente, debo presentarme ante Dios, recibir su mensaje y creer personalmente. Luego tengo que avanzar... pero no «con las piernas de los demás», dejándome llevar por la corriente o la tradición, sino con una fe personal. La fe de mis padres o de mis amigos no puede reemplazar la mía. “Cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Romanos 14:12). Y Jesucristo nos dice a cada uno: “Sígueme tú” (Juan 21:22).
Jesús... preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?”. Mateo 16:13
Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Mateo 16:15-16

¿Quién dice usted que soy yo?
Jesús hizo esta pregunta a sus discípulos, y cada uno de nosotros debe hacérsela a sí mismo: ¿Quién es Jesús?
Para encontrar la respuesta, leamos los evangelios. En ellos veremos que Jesús es un hombre, que tuvo hambre y sed, que sintió cansancio... Lloró, pero también se gozó.
Descubrimos que Jesús es único y se revela como más que un hombre. Declaró ser el camino que conduce hacia Dios. No un camino, sino elcamino (Juan 14:6). Dijo que él da la vida eterna (Juan 10:28). Afirmó que tiene poder para perdonar los pecados (Marcos 2:7, 10). Anunció que sería el Juez de toda la humanidad (Juan 5:22), y que en los postreros tiempos resucitaría a todos los hombres, sea para la vida o para el juicio. También dijo que daría su vida para salvar a muchas personas.
¿Quién es entonces? No es simplemente un hombre que se acerca a nosotros, ni siquiera la persona más importante que jamás haya existido. Tampoco es simplemente un sabio extraordinario, ni un maravilloso médico. ¡Jesús es Dios! Vino a nosotros como un hombre, pero con la autoridad de una persona divina. Él es el Mesías, el Enviado de Dios.
Aceptando este hecho, creyendo que Jesús es el Hijo de Dios y que murió en nuestro lugar, recibimos la vida eterna. ¿Lo cree usted? ¡Él también quiere ser su Salvador!
Día 6
(Un leproso) viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él. Lucas 5:12-13

Nada puede detener el amor de Jesús

¡Qué acontecimiento en la vida de este leproso! Esta enfermedad incurable y contagiosa lo conducía a una muerte segura y lo condenaba a un total aislamiento. Incluso el simple contacto con un leproso estaba prohibido por la ley de Moisés (Levítico 13). Pero sin duda este hombre había oído hablar de los milagros que Jesús había hecho, y sabía que también podía curarlo. Se echó a sus pies, pero no se atrevía a pensar que Jesús quisiese curarlo. Entonces Jesús le dio esta magnífica respuesta: “Quiero; sé limpio”. Y tocó al hombre, quien al instante quedó sano.
La lepra simboliza el pecado. Todo ser humano es pecador, y esto se manifiesta a través de sus actos, sus palabras, sus pensamientos. Este mal no tiene solución (Jeremías 17:9), pero Jesús intervino. Él, quien es absolutamente santo, aceptó venir a este mundo y compartir con los hombres las consecuencias del pecado. Hizo mucho más que sanar a los enfermos. Mostró su amor al dar su vida por los pecadores, mostró su poder al salir triunfante de la tumba. Ahora puede y quiere salvar a todos los que acuden a él.
Sea cual sea su estado, sepa que Jesús lo ama, que quiere perdonarlo y darle la vida eterna. “Dios nuestro Salvador... quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:3-4). Jesús dijo: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37). ¡Hoy esta invitación es para usted!




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