No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. 2 Corintios 4:18
Los experimentos nucleares por lo menos nos enseñan algo: que la materia es muy frágil. Los armazones de acero y los muros de hormigón a menudo se toman como símbolos de la solidez, pero una explosión atómica puede aniquilarlos. En todo tiempo ha habido gente que ha pensado que los valores espirituales son vagos y poco seguros, y que lo que se puede ver con la vista es sólido y real. Sin embargo, ¿no sucede lo contrario? Al leer la Palabra de Dios comprendemos que el mundo físico, lo que se ve, no es lo más sólido ni lo más importante. La bondad, la justicia y la verdad, por ejemplo, son valores más fuertes que todas las fuerzas materiales.
Además, el mundo material no es eterno. La Biblia lo dice claramente, y hoy en día la ciencia lo deja entrever. Hubo un principio y habrá un fin. Pero, por encima del mundo, antes y después de él, están los planes de Dios, lo que deseaba hacer, lo que hizo y lo que aún hará. Desde siempre quiso que su criatura lo conociera y lo amara libremente.
¿Aspiramos a construir nuestra existencia sobre lo sólido? En un mundo en pleno cambio, ¿Sentimos la necesidad de certidumbres, al mismo tiempo que de un objetivo en la vida? Entonces, acudamos a Dios. Él nos invita a gustar con él una relación llena de sentido, de gozo y de paz. Por medio de Jesucristo podemos conocerle como el Padre, el Dios de amor y de luz, el que es inmutable, el fundamento de todo y el que permanece para siempre.
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