El Perdón de Dios
Texto: Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su
pecado. Salmo 32:1
Si confesamos nuestros pecados, él (Dios) es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados. 1 Juan 1:9
Un niño de doce años lanzó una piedra que, por desgracia, golpeó y
mató a un pato de la granja de sus padres. Pero en vez de contárselo a su
madre, enterró el ave, pensando que no lo descubrirían, pues había muchos patos
en la granja. Aquella noche su hermana le dijo: «Te toca lavar los platos, si
no lo haces, le diré a mamá lo que hiciste». Como tenía miedo de que su hermana
lo delatara, hizo lo que ella le mandó y así continuó por muchos días. Al día
siguiente su hermana le dijo lo mismo, pero el niño respondió: «No, te toca a
ti. Conté todo a mamá y ella me perdonó, me dijo que ese día había visto todo
pero que esperaba hasta cuando sería esclavo tuyo». La conciencia de este niño
no le había permitido ocultar más tiempo su falta.
Ciertamente tales sucesos ocurrieron realmente, así vale la pena sacar de eso
una enseñanza útil para nosotros. Si usted ha cometido un pecado, por muy grave
que sea, no permita que nadie lo encubra, pues se volvería esclavo. Reconozca
sinceramente ante Dios su falta; todo está desnudo y descubierto ante él
(Hebreos 4:13). Él lo perdonará. Reconozca también su falta ante la persona a
quien hizo daño, con tal que sea posible, y pídale perdón.
¿Dónde hallar la fuerza para reconocer el mal cometido y confesarlo? En el
Señor Jesús, confiando sencillamente en su amor. Él aceptó el suplicio de la
cruz para expiar todos nuestros pecados. Si usted mira hacia él, a su amor
victorioso, será liberado de la carga de la culpabilidad, de todo lo que su
conciencia le reprocha. Su amor es infinito y siempre está listo para perdonar
y dar su paz. ¡Pídale también que le ayude a no recaer en las mismas faltas!