Salmos 2 2 ¿Por
qué se rebelan los pueblos? 4 El
que reina en los cielos se ríe; 7 Yo
daré a conocer el decreto 10 Ustedes,
los reyes: ¡sean prudentes! |
¿Qué está pasando?
El salmo 2 trata sobre el reino de Dios.
Dios le prometió a David, el rey de Israel, que uno de sus
descendientes se sentaría en su trono para siempre (2 Samuel 7:16).
Este sería el Rey de Dios, gobernando el Reino de Dios. Este sería el Ungido de
Dios, que es la misma palabra traducida como «Mesías» en el Antiguo Testamento
y «Cristo» en el Nuevo Testamento.
Pero los oponentes descritos en este salmo no quieren tener
nada que ver con este reino (Salmo 2:1). Las naciones rivales y las rebeliones
internas tratan de obtener autoridad sobre Dios y su pueblo escogido (Salmo
2:2). No quieren someterse al Dios de Israel, y mucho menos al ungido de Dios,
el rey de Israel (Salmo 2:3).
Pero el salmista dice que todo este complot es en vano. No
importa cuánto traten de burlar el gobierno de Dios, fracasarán porque Dios es
el Señor de toda la tierra. De hecho, pensar que un ser humano puede derrocar a
Dios es tan cómico que Dios se ríe de quienes lo intentan (Salmo 2:4).
Es ridículo porque Dios ya ha decidido quién reinará como
rey (Salmo 2:6). Este rey no solo gobernará sobre Israel, sino sobre toda la
tierra (Salmo 2:8). Este Mesías prometido se llamará su Hijo (Salmo 2:7).
Juzgará a las naciones con vara de hierro y establecerá la justicia en toda la
tierra (Salmo 2:9).
El rey de Dios vendrá. Sucederá. Así que en vez de intentar
rebelarnos o construir nuestro propio reino, solo hay una respuesta. Los reyes
y gobernantes de la tierra deben «besar al Hijo» (Salmo 2:12 a). Imagínese a
una persona doblando la rodilla y besando el anillo del rey. Es una señal de
lealtad.
Dios gobierna el universo y su Rey gobernará para siempre.
La rebelión contra este rey es ridícula y conduce a la destrucción (Salmo 2:12
b). Pero la lealtad a este rey lleva a la bendición y la seguridad (Salmo 2:12
c).
¿Dónde está el Evangelio?
La buena noticia es que Jesús es el rey prometido.
Dios revela esta verdad al principio del ministerio de Jesús
al citar este salmo en el bautismo de Jesús (Mateo 3:17). Dios les dice a todos
que las promesas del Salmo 2 se cumplen en Jesús. Los complots de las naciones
no prevalecerán.
Por un momento, pareció que los complots de los humanos y
los gobiernos prevalecerían incluso sobre Jesús (Mateo 27:1). Fue arrestado
injustamente, acusado falsamente y ejecutado injustamente en una cruz. Sin
embargo, incluso estos planes son ridículos comparados con el poder de Dios
(Colosenses 2:15).
Jesús resucitó de entre los muertos y tomó el trono
prometido en el Salmo 2 (Efesios 1:20). Este no es un trono terrenal que sea
limitado y que pueda perecer. El trono de Jesús está en el cielo, sobre todo y
es eterno (Efesios 1:21).
Pero las naciones siguen enfurecidas contra Dios. Los países
y los gobiernos siguen persiguiendo el poder a expensas de los débiles y
marginados (Mateo 24:7). Pero Jesús sigue siendo el rey. Y como rey, pronto
vendrá a juzgar a los gobernantes malvados y a brindar refugio a los oprimidos.
Tenemos una opción: confiar en los reinos de este mundo o
dar nuestra lealtad al rey Jesús. Y si nos arrodillamos ante Jesús,
encontraremos refugio en él.